LECTURAS Y EVANGELIO MARTES 23 DE DICIEMBRE 2014

Lectura del Libro de Malaquías 3,1-4.23-24. 

Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos.
El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.
La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años.
Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible.
El hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres, para que yo no venga a castigar el país con el exterminio total.
Palabra de Dios

Salmo Responsorial 25(24),4-5ab.8-10.14. 
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.

El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.

Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
El Señor da su amistad a los que lo temen
y les hace conocer su alianza.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1,57-66. 
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.
Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan».
Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre».
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.
Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.
Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él.

Palabra del Señor 

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En el día anterior a la conmemoración del Nacimiento de Nuestro Señor, debemos poner nuestra mirada en su precursor, San Juan Bautista, que prepararía más tarde con su predicación y ejemplo, el camino a Cristo.

San Juan Bautista nos invitará a la conversión, a dejar atrás nuestra vida de pecado. Y eso debemos hacer desde hoy mismo: dejar atrás todo lazo, toda atadura, todo vínculo que nos ate al pecado y nos impida llevar una vida santa.

Solo tenemos una vida para alcanzar la santidad, una vida que pasa, que enseguida vuela, y mientras hacemos buenos propósitos y pensamos en lo santos que llegaremos a ser, la vida sigue sin que hayamos cambiado en nada, y la muerte nos sorprenderá cubiertos de pecados cuando menos la esperemos.

¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?

Cuando tengamos que presentarnos ante el Tribunal de Cristo ¡¿quien podrá ser hallado justo?!

Seremos probados como el oro en la tribulación de esta vida y si no nos purificamos en ella, seremos yesca para el fuego eterno.

Porque él es como el fuego del fundidor (…) El se sentará para fundir y purificar.

Y nada impuro entrará en su presencia.

Esforcémonos desde hoy mismo en quitar toda mancha de pecado de nuestras almas para poder ser hallados un día dignos de su Reino.

LECTURAS Y EVANGELIO LUNES 22 DE DICIEMBRE 2014

Lectura del Primer Libro de Samuel 1,19b-20.24-28. 
Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella.
Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor».
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: «Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor». Después se postraron delante del Señor.
Palabra de Dios

Cántico de Ana – Primer Libro de Samuel 2,1.4-5.6-7.8abcd. 
Mi corazón se regocija en el Señor,
tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque tu salvación me ha llenado de alegría.

El arco de los valientes se ha quebrado,
y los vacilantes se ciñen de vigor;
los satisfechos se contratan por un pedazo de pan,
y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces,
y la madre de muchos hijos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el Abismo y levanta de él.
El Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla y también enaltece.

El levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes
y darles en herencia un trono de gloria.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1,46-56. 
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz».
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor

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La mujer llamada Ana sobre la que trata la primera lectura, era una figura de la Santísima Virgen, y por ello no es casual la tremenda similitud de sus cánticos de alegría tras haber sido bendecidas por el Señor.

Y todas las maravillas que conocemos, sucedieron únicamente “porque El miró con bondad la pequeñez de su servidora”.

¡Cuantas gracias hemos recibido nosotros y todavía no hemos reconocido que provenían del Señor! Hemos de entender que no somos nada, que por nosotros mismos solo somos un poco de polvo y si vivimos, si respiramos, si estamos en este mundo es porque el Señor nos lo ha concedido.

¿Cómo se lo agradecemos? Normalmente traicionándole y pecando una y otra vez, en lugar de servirle y entregarle nuestras vidas como pago a su rescate por la nuestra.

Que en estos días que anteceden a la Noche buena podamos analizar nuestra conciencia y por medio del sacramento de la penitencia, dejar atrás la vida de pecado y comenzar de una vez por todas a avanzar por el camino de la santidad.

LECTURAS MIERCOLES 10 DE SEPTIEMBRE 2014

Lectura de la primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 7,25-31.
Hermanos:
Acerca de la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor. Pero hago una advertencia, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de confianza.
Considero que, por las dificultades del tiempo presente, lo mejor para el hombre es vivir sin casarse.
¿Estás unido a una mujer? No te separes de ella. ¿No tienes mujer? No la busques.
Si te casas, no pecas. Y si una joven se casa, tampoco peca. Pero los que lo hagan, sufrirán tribulaciones en su carne que yo quisiera evitarles.
Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; lo que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera.
Palabra de Dios

Salmo Responsorial 45(44),11-12.14-15.16-17.
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura.
Él es tu señor: inclínate ante él.

Embellecida con corales engarzados en oro
y vestida de brocado, es llevada hasta el rey.
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían.

Con gozo y alegría entran al palacio real.
Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres,
y los pondrás como príncipes por toda la tierra.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 6,20-26.
Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

Palabra del Señor

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En el evangelio de hoy vemos como nuestra vida cotidiana y nuestros principios se alejan descaradamente del camino marcado por el Señor para llegar al Reino de los Cielos.

Pero debemos entender bien lo que nos enseña.

Dios no nos recompensará con su Reino si estamos sin un céntimo, con el estómago vacío, amargados y reprimidos, y quejándonos todo el día.

Dios no quiere pobres, sino que los corazones estén desapegados a las riquezas de este mundo y centrados únicamente en Él.

Dios no quiere hambrientos, sino que deseemos su escuchar su Palabra, recibirle en la Eucaristía y cumplir y que se cumplan cada uno de sus Mandatos más que nuestro pan de cada día.

Dios no quiere llorones, sino corazones compungidos que sufran por haber traicionado al Señor por su pecado y porque el Nombre del Señor es cada vez más ultrajado.

Dios no quiere amargados y reprimidos sexualmente, quiere vírgenes con todas sus letras, que conozcan y proclamen con su pureza el honor de ser únicamente para Dios y vivir ya en esta tierra como si fuesen ciudadanos del Cielo y parte de las milicias celestiales.

Preciosa a los ojos del Señor es la Muerte de sus Santos, o mejor dicho, la muerte santa en gracia de Dios. Y más precioso aún el martirio de sus Santos, porque el haber sido perseguidos hasta derramar su Sangre por Cristo sin desfallecer, es la mayor expresión de amor que el Señor puede recibir y es premiada con los más altos honores en el Cielo.

Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; lo que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera.

¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!

¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!

El Señor dará a cada uno el justo pago por sus obras.

LECTURAS JUEVES 4 DE SEPTIEMBRE 2014

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 3,18-23.

Hermanos:

¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: El sorprende a los sabios en su propia astucia, y además: El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos.

En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes:

Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes,

porque él la fundó sobre los mares,

él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias y puro el corazón;

el que no rinde culto a los idolos.

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 5,1-11.

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.

Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes».

Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes».

Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.

Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».

El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres».

Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor

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En la actualidad, como en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, son muchos los que gustan de oír la Palabra de Dios, pero son realmente pocos los que la ponen en práctica.

Hemos oído mil veces que Dios nos quiere SANTOS, y que si seguimos sus enseñanzas con buena voluntad, Él nos dará las gracias necesarias para serlo y podamos participar un día de la dicha eterna de su Reino.

Sin embargo, como dice muy acertadamente San Luis de Monfort:

“Somos, por naturaleza, más soberbios que los pavos reales, más apegados a la tierra que los sapos, más viles que las cabras, más envidiosos que las serpientes, más glotones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas”.

Ciertamente, somos de todo menos santos.

Existe una soberbia innata en nosotros que nos hace creernos, no ya solo dueños de nuestra vida aun cuando somos criaturas del Señor y propiedad suya, sino también, totalmente autosuficientes y capaces de superar cualquier dificultad que se nos ponga por delante con nuestras propias fuerzas, sin contar con Dios para nada.

Y así sucede, que sólo cuando las circunstancias nos superan reconocemos nuestra propia debilidad, incapacidad e impotencia y acudimos a Dios a pedirle auxilio con incesantes oraciones, que curiosamente si éstas son escuchadas, atribuimos el éxito a nuestra propia actuación, a la de un tercero o a un simple golpe de suerte, y será solo si no obtenemos lo deseado cuando nos acordemos de Nuestro Señor reprochándole que no nos atienda como es debido.

¡Vaya necedad la nuestra! Obramos sin consultar al Señor, lo que nos viene en gana al margen de sus mandatos y consejos, desoyendo la mayoría de las veces sus advertencias y finalmente tenemos la arrogancia de culparle porque no obtuvimos el resultado esperado.

Entendamos lo que dice el salmo 126:

“Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores. Si el Señor no vigila la ciudad, en vano se cansan los centinelas”.

¡Cómo aprendió la lección San Pedro tras darse cuenta de que su pesca únicamente fue fructífera cuando lanzó las redes por mandato de Cristo!

Inmediatamente se arrojó a sus Pies, reconociendo que del Señor es la tierra y cuanto la llena, y de él únicamente sus culpas y pecados.

Dios quiera que como san Pedro seamos capaces de humillarnos ante Él y ante sus ministros en el sacramento de la confesión, y reconociéndonos pecadores asumamos que la única sabiduría humana realmente sabia –si nos permiten la redundancia- es la que enseña a obrar en el temor de Dios, es decir, a cumplir la voluntad de Dios en todo momento y que nos duela de corazón ofenderle por ser Él quien es.

Pidamos en este día al Señor que por intercesión de la Bienaventurada Siempre Virgen María nos conceda un corazón puro y manos inocentes dispuestas a poner en práctica cada sentencia salida de la boca del Señor, para mayor Gloria Suya y salvación de las almas.

LECTURAS SÁBADO 30 DE AGOSTO 2014

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,26-31

Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así –como dice la Escritura– «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor.»

Palabra de Dios

 

Salmo Responsorial 32

R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.

 

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo 25,14-30

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán; ¿con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes.»»

Palabra del Señor

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Todos nosotros hemos recibido cualidades y dones del Señor que consideradas en conjunto nos constituyen seres únicos e irrepetibles, y se nos ofrece toda una vida para conocer, cultivar y emplear estos dones como Dios quiere, para su mayor gloria y bien del prójimo.

Estos dones, aunque nuestros temporalmente, son propiedad del Señor: El nos los ha dado, y el exigirá cuentas de ellos. Por tanto, no cabe en nosotros –o no debe caber- soberbia alguna ya que no podemos gloriarnos de algo que no es nuestro.

Dios desprecia a lo fuerte del mundo, es decir, a aquellos que se creen autosuficientes, y elige a lo débil, a los más humildes para realizar sus planes, para que quede patente al mundo que esas acciones son obra de Dios y no de los hombres, y nadie pueda ensoberbecerse en su presencia por medio de ellas.

Dichosos seremos si somos capaces de desterrar esa perniciosa soberbia de nuestro corazón, reconociendo que aquello que es únicamente nuestro, fruto de nuestras entrañas, es la inmundicia de nuestros pecados.

Llegará un día, como a los empleados del evangelio, en el que el Señor nos exigirá cuentas y nos preguntará a cada uno: ¿Qué has hecho con los dones que Yo te he dado?

¿Qué responderemos entonces? Serán nuestras obras la que hablen por nosotros y en función de ellas se decidirá nuestra eternidad.

Entendamos que Dios no nos pide hacer grandes proezas que superan nuestra capacidad, sino únicamente que le seamos fieles en lo poco, en nuestro día a día, en lo cotidiano, para que no nos presentemos ante Él con nuestras manos vacías de buenas obras.

Por tanto, ofrezcamos al Padre con el corazón contrito y humillado, nuestros trabajos de cada día, nuestras angustias, padecimientos y enfermedades unidos a los de Cristo para nuestra salvación y la del mundo entero, recordando que los ojos del Señor están puestos en sus fieles para librar sus vidas de la muerte eterna.

BEATO TOMÁS DE KEMPIS (30 DE AGOSTO)

BEATO TOMÁS DE KEMPIS

TOMÁS DE KEMPISTomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.

En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dio cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.

Kempis se reunió con un grupo de amigos en una asociación piadosa llamada «Hermanos de la Vida Común», y allí se dedicaron a practicar un modo de vivir que llamaban «Devoción moderna» y que consistía en emplear largos ratos de oración, la meditación, la lectura de libros piadosos y en recibir y dar dirección espiritual, y dedicarse cada uno después con la mayor exactitud que le fuera posible a cumplir cada día los deberes de su propia profesión.

Los que pertenecían a esta asociación hacían progresos muy notorios y rápidos en santidad y la gente los admiraba y los quería.   Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la paz de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado de sacerdote en el año 1414.

Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.   Dos veces fue superior de la comunidad de canónigos en su ciudad.

Bastante tiempo estuvo encargado de la formación de los novicios. Después lo nombraron ecónomo pero al poco tiempo lo destituyeron porque su inclinación a la vida espiritual muy elevada no lo hacía nada apto para dedicarse a comerciar y a administrar dineros y posesiones. Su alma va pasando por períodos de mucha paz y de angustias y tristezas espirituales, y todo esto lo irá narrando después en su libro portentoso.

En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: «Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre» (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte).

No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos.Entre la redacción de un libro la siguiente pasaron bastantes años.

El libro Primero de la Imitación de Cristo narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quien desea hacerse santo, entre los cuales está como principal «la sirena» de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gustos al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer librito es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.

El libro segundo. Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imagina le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la Imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.

Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido mas alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de las ayudas de Dios. Ha crecido en humildad y exclama: «Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?». Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria feliz.

El libro cuarto de la Imitación está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este librito para prepararse o dar gracias cuando comulgan.

Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir La Imitación de Cristo. De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este librito ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales.

Puede ser el que Kempis ha logrado comprender sumamente bien la persona humana con sus miserias y sus sublimes posibilidades, con sus inquietudes y su inmensa necesidad de tener un amor que llene totalmente sus aspiraciones.

Este libro está echo para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.

Descargue gratis el libro «Imitación de Cristo» pulsando aquí o accediendo a la zona de descargas.

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Tomás de Kempis para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Beato Tomás de Kempis, ruega por nosotros.

TESTIMONIO – Caí en falta, ahora asumo lo ocurrido.

«Caí en falta, ahora asumo lo ocurrido y espero no perder lo más sagrado que es la salvación eterna.»

«Desde que estabas en el seno materno, yo te llamé y te escogí para…» Dios sin merecerlo se ha fijado en mi y despues de años de ires y venires, arriesgando por Él me llamó a la vida religiosa, agustino-recoleta, por diez años.

Como dice San Agustín, no juzgues a tu hermano, pues tal vez te equivoques o caigas primero.

De nadie me he burlado o juzgado, sencillamente caí en una falta que para la Iglesia es causa de separación o reduccion, respecto a las normas del derecho humano, pues creo que Jesucristo no piensa así.

Fui reducido al nivel de los internos en alguna penitenciaria. despues de 25 meses, la obra de Dios a traves de San Juan Pablo II , la Madre Laura Montoya y otros interecesores hicieron posible una libertad condicional.

Ahora asumo lo ocurrido y espero  no perder lo mas sagrado que es la Salvacion Eterna.

A mi juicio personal el papa con todo y su autoridad debiera tener una palabra menos dura, de perdon -pues le hemos servido a la iglesia- para con los eclesiaticos caidos. Entiendo su dolor por aquello del escandalo, pero si ustedes no se han equivocado o mejor la gran mayoria de los elegidos, es porque Dios no se lo ha permitido con su gracia y seguramente son hombres mas buenos que los poquitos irreverentes del numero en pecado.

Gracias amigos de la Cruzada por Cristo, por lanzar esta iniciativa y espero no ser el primero en inaugurar esta iniciativa.

Amo a Cristo y creo en su misericordia. si la pecadora con los otros ejemplos del evangelio, no hubieran sido perdonados, para que esta  el amor en el perdon, la justicia en la caida, y la indulgencia de corazon. 

Dios nos bendiga. 

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Que este testimonio que uno de nuestros hermanos ha compartido, nos haga recuperar la importancia de aceptar la propia debilidad y caída en pecado, como primer paso para una verdadera contrición y conversión de nuestros corazones, implorando el auxilio Divino y su Gracia Santificante por medio de la oración perseverante y la recepción asidua de los sacramentos, especialmente la Confesión, donde Nuestro Señor espera impaciente para poder decirnos de boca del sacerdote:

«Tus pecados son perdonados. Ve y en adelante no peques más»

Si usted también desea compartir su testimonio, haga clic aquí.

LECTURAS SÁBADO 16 DE AGOSTO 2014

Lectura del Libro de Ezequiel 18,1-10.13b.30-32.

La palabra del Señor me llegó en estos términos:

¿Por qué andan repitiendo este refrán en la tierra de Israel: «Los padres comieron uva verde, y los hijos sufren la dentera»?

Juro por mi vida -oráculo del Señor- que ustedes nunca más dirán este refrán en Israel.
Porque todas las vidas me pertenecen, tanto la del padre como la del hijo: la persona que peca, esa morirá.

Si un hombre es justo y practica el derecho y la justicia; si no participa de las comidas sagradas en las montañas y no levanta sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel; si no deshonra a la mujer de su prójimo y no se acerca a una mujer en los días de su menstruación; si no oprime a nadie, si devuelve la prenda al deudor y no quita nada por la fuerza; si da su pan al hambriento y viste al desnudo; si no presta con usura ni cobra intereses; si aparta su mano de la injusticia y juzga imparcialmente en los litigios; si camina según mis preceptos y observa mis leyes, obrando con fidelidad, ese hombre es justo y seguramente vivirá -oráculo del Señor-.

Pero si engendra un hijo ladrón y sanguinario, que hace alguna de esas cosas, que presta con usura y cobra intereses: este hijo no vivirá. A causa de todas las abominaciones que cometió, morirá irremediablemente, y su sangre recaerá sobre él.

Por eso, casa de Israel, yo los juzgaré a cada uno de ustedes según su conducta -oráculo del Señor-. Conviértanse y apártense de todas sus rebeldías, de manera que nada los haga caer en el pecado.

Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías que han cometido contra mí y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué quieres morir, casa de Israel? Yo no deseo la muerte de nadie -oráculo del Señor-. Conviértanse, entonces, y vivirán.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 51(50),12-13.14-15.18-19.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,

y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:

yo enseñaré tu camino a los impíos

y los pecadores volverán a ti.
Los sacrificios no te satisfacen;

si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

mi sacrificio es un espíritu contrito,

tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 19,13-15.

Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.

Palabra del Señor

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Pese a vivir en una sociedad en la que cada uno alardea de seguir su propio camino, viviendo cada día como si no existiera el mañana, son muy pocos los que consideran en la toma de decisiones la responsabilidad de aceptar todas las consecuencias derivadas de sus actos.

El Señor por medio del profeta Ezequiel nos lo dice bien claro: yo los juzgaré a cada uno de ustedes según su conducta -oráculo del Señor-, cada uno cargará con las consecuencias de sus propios actos, y en función de estos mismos actos se decidirá nuestra salvación o condenación eternas.

Ni nuestros padres, nuestra pareja, nuestros amigos, vecinos o compañeros… cargarán con nuestras culpas aunque hayan participado en ellas. Cada uno llevará su parte.

El Señor nos dice en este día:

Conviértanse y apártense de todas sus rebeldías, de manera que nada los haga caer en el pecado. Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías que han cometido contra mí y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

¿Cómo lograr hacernos ese corazón nuevo?

Por medio de la oración continua y perseverante, humillándose al Señor y odiando hasta el menor pecado con todas nuestras fuerzas para apartar su semilla de nuestro ser y repitiendo una y otra vez con el salmista:

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.

El Señor escuchará nuestra oración sincera, ya que Él no desprecia el corazón contrito y humillado.

Pidamos al Señor la gracia necesaria para que nuestro espíritu sea tan puro como el de un niño, que no sabe hacer nada sin contar con su Padre, su beneplácito y su ayuda.

PREPARANDO UNA BUENA MUERTE

PREPARANDO UNA BUENA MUERTE

El objetivo de todo cristiano debe ser prepararse para el encuentro con el Señor al final de sus vidas. Si fracasamos en esta empresa, todo estará perdido para nosotros y no habrá solución posible para nuestra eterna desdicha.

Es por ello, que desde hoy mismo debemos comenzar a prepararnos para que, sea cuando sea el momento de nuestra muerte, no nos coja de improviso y podamos ser dignos de ser admitidos en el Reino de los Cielos.

Les recomendamos a todos la meditación del libro «Preparacion para la muerte» de San Alfonso María de Ligorio, que les dará las claves para dejar la vida de pecado y comenzar a caminar por el camino de la santidad, (DESCARGAR LIBRO), y les exhortamos a meditar y realizar esta declaración de San Carlos Borromeo para obtener una buena muerte, esto es, una muerte en estado de gracia -libres de todo pecado mortal- que nos permita huir del suplicio eterno.

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DECLARACIÓN PARA HACER
EN SALUD Y RENOVARLA EN LA HORA DE LA MUERTE

Siendo innumerables los peligros a que está sujeta la vida humana, y conociendo, yo pecador, que he nacido para morir, y no sé la hora; con el fin de que no me halle la muerte desprevenido, he determinado disponerme con la ayuda de Dios; y así postrado a los pies de mi Señor Jesucristo crucificado por mi amor, declaro a todas las criaturas del cielo y de la tierra, que mi última voluntad es la que aquí explico en la forma siguiente:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Primeramente digo, que como fundamento de mi salvación, protesto en presencia de Dios omnipotente, de la Virgen Santísima Madre suya, y de toda la corte celestial, que mi voluntad es vivir y morir obediente a la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, creyendo firmemente, como creo, todos los artículos de la fe enseñados por los santos Apóstoles, como los propone y explica nuestra Santa Madre la Iglesia. Así, pues, si alguna vez me ocurriere alguna cosa contra ellos, las tengo desde luego por error y por tentación del enemigo. Y si, lo que Dios no permita, dijere o hiciere algo que sea contrario, en virtud de esta cláusula lo revoco y anulo, y es mi voluntad que se tenga por no dicho ni hecho.

Declaro por esta mi última voluntad, que en mi muerte deseo recibir el santo Sacramento de la Penitencia, confesándome enteramente de mis pecados; y si por algún accidente no me pudiere confesar, es mi voluntad confesarme y dolerme de todos ellos, llorarlos amargamente, no tanto por el temor de las penas eternas, cuanto por haber ofendido al Sumo Bien, a quien debo servir y amar sobre todas las cosas, lo cual ahora propongo firmemente con su divina gracia todo el tiempo que me resta de vida.

Es mi voluntad recibir también el Santo Viático; y si por alguna causa no pudiere ser, declaro que mi voluntad es recibirle a lo menos espiritualmente, adorando de corazón a mi Señor Jesucristo Sacramentado, y suplicándole que se digne acompañarme en tan peligroso Viaje, defenderme de los enemigos infernales, y llevarme al puerto seguro de la eterna bienaventuranza.

Declaro asimismo que mi voluntad es pasar de esta vida habiendo recibido el Sacramento de la Extremaunción; y no pudiendo recibirle, ruego a mi Dios y Señor se digne ungirme con el óleo santo de su misericordia, perdonándome los pecados que cometí con los cinco sentidos corporales.

También es mi voluntad acabar la vida esperando de la infinita misericordia de Dios el perdón de todos mis pecados, y la salvación de ni alma, teniendo como tengo por infalible la palabra de mi Señor Jesucristo, que dijo: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores

Confieso que aun las obras buenas las hice siempre con muchas imperfecciones y negligencias, y para que el demonio quede confuso, declaro que no presumo por solas mis obras merecer el cielo, sino principalmente por los infinitos merecimientos y preciosa Sangre de mi Señor Jesucristo, derramada por mi salvación eterna.

Es mi voluntad padecer con paciencia y conformidad, hasta el último aliento de mi vida, en unión de lo que mi divino Salvador padeció por mí, cualquier enfermedad y dolor que Dios me envíe; y si por fragilidad y miseria caigo en alguna impaciencia a queja inmoderada, desde ahora me arrepiento de la culpa y mal ejemplo que de, sea de obra, sea de palabra, rogando A Dios que no me desampare en aquel peligroso y ultimo trance.

Perdono todas las injurias que me hayan hecho los hombres, rogándoles que también ellos me perdonen a mí; y a Dios que de ellas no les tome cuenta, sino que los ayude y asista con su gracia, usando con todos de indulgencias y piedad.

Doy gracias al Señor por todos los beneficios que me ha dispensado, así espirituales como temporales, particularmente por los de la creación, redención y vocación a su santo conocimiento, y también por haberme hasta ahora esperado a penitencia, habiendo merecido que me castigase mil veces con penas eternas. Sea para siempre bendita su bondad y misericordia.

Deseo que de esta mi última voluntad sea ejecutoria la Gloriosísima Virgen María, abogada de pecadores, el glorioso patriarca San José, y mis principales abogados y protectores, San N. y San N., a los cuales ruego que me favorezcan en aquella hora, pidiendo al Señor se digne por su infinita clemencia recibir mi alma en la paz eterna de los Santos.

Constituyo y nombro por defensor de mi alma al Santo Ángel de mi guarda, en el tribunal de Dios, cuando se vea mi causa, y se pronuncie sentencia definitiva, rogándole, que pues nuestro Señor le encomendó mi alma, poniéndola bajo su tutela y amparo en esta vida, la proteja y coloque por sus manos en las moradas eternas de la gloria.

Ruego por las entrañas de Jesucristo a todos mis parientes y amigos, que me ayuden con oraciones y obras satisfactorias, y especialmente con el santo sacrificio de la Misa, como medio entre todos el más eficaz, para que si, por la misericordia de Dios, fuere mi alma destinada a las penas del Purgatorio, se libre pronto de ellas, y vuele a gozar de la vista de Dios; que yo les ofrezco no ser ingrato a tan gran beneficio.

Finalmente, rindiendo humildes gracias al Señor, por haberme hasta ahora conservado la vida, protesto y declaro ser mi ánimo aceptar la muerte en cualquier modo y hora en que me la mande, recibiéndola humildemente en satisfacción de mis pecados, y conformando en esto y en todo mi voluntad á la suya santísima y amabilísima, de la que rendidamente le suplico no permita que me aparte jamás. Amén.

San Carlos Borromeo

EVANGELIO DOMINGO 8 DE JUNIO 2014 – SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20,19-23.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Palabra del Señor

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En este día de Pentecostés, esto es, de la conmemoración de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Santísima Virgen María, se ha elegido este pasaje del evangelio donde se narra una de las apariciones de Nuestro Señor tras haber resucitado de entre los muertos.

En él, vemos como Nuestro Señor reviste de poder y autoridad a sus apóstoles para que sean los ministros de su Santa Iglesia Católica fundada el día de Jueves Santo.

Lo que Él habia hecho antes-no sin escandalo de algunos-, esto es, el perdonar los pecados, también lo harían ellos en su hombre para bien de su Iglesia y salvación de los fieles.

Es así como hay que tomar literalmente las palabras de Nuestro Señor:

«Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».

O expresado de otra manera: Todo pecado reconocido con contrición en el sacramento de la confesión, recibe la absolución y el perdón de parte de Dios, por lo que será perdonado para siempre. De igual modo, todo pecado no confesado, será retenido y reo de culpa en el juicio final.

Pidamos al Espíritu Santo para que nos de el don de la fortaleza que venza la tentación demoníaca de la vergüenza que evita que nos confesemos, ya que nuestros pecados tienen que salir a la luz de un modo u otro:

O bien ante el sacerdote en el sacramento de la penitencia para recibir el perdón y la gracia Divina, o bien ante toda la humanidad en el Juicio Final con la pena correspondiente del tormento eterno.

A nosotros toca elegir.