LOS CATÓLICOS Y EL HALLOWEEN

LOS CATÓLICOS Y EL HALLOWEEN

Soy Católico - No al halloweenAnte todos estos elementos que componen hoy el Halloween, vale la pena reflexionar y hacerse las siguientes preguntas:

¿Es que, con tal que se diviertan, podemos aceptar que los niños al visitar las casas de los vecinos, exijan dulces a cambio de no hacerles un daño (estropear muros, romper huevos en las puertas, etc.)? Respecto de la conducta de los demás se puede leer el criterio de Nuestro Señor Jesucristo en Lc 6,31.

¿Qué experiencia (moral o religiosa) queda en el niño que para «divertirse» ha usado disfraces de diablos, brujas, muertos, monstruos, vampiros y demás personajes relacionados principalmente con el mal y el ocultismo, sobre todo cuando la televisión y el cine identifican estos disfraces con personajes contrarios a la sana moral, a la fe y a los valores del Evangelio.? Veamos qué dice Nuestro Señor Jesucristo del mal y lo malo en Mt. 7,17. Mt. 6,13. La Palabra de Dios nos habla de esto también en 1ª Pe. 3, 8-12.

¿Cómo podemos justificar como padres de una familia cristiana que nuestros hijos, el día de Halloween hagan daño a las propiedades ajenas? ¿No seríamos totalmente incongruentes con la educación que hemos venido proponiendo en la cual se debe respetar a los demás y que las travesuras o maldades no son buenas? ¿No sería esto aceptar que, por lo menos, una vez al año se puede hacer el mal al prójimo? ¡Qué nos enseña Nuestro Señor Jesucristo sobre el prójimo? Leamos Mt. 22, 37-40

Con los disfraces y la identificación que existe con los personajes del cine … ¿no estamos promoviendo en la conciencia de los pequeños que el mal y el demonio son solo fantasías,  un mundo irreal que nada tiene que ver con nuestras vidas y que por lo tanto no nos afectan? La Palabra de Dios afirma la existencia del diablo, del enemigo de Dios en St. 4,7  1ª Pe 5,18  Ef. 6,11  Lc. 4,2  Lc. 25, 41

¿Qué experiencia religiosa o moral queda después de la fiesta del halloween?

¿No es Halloween otra forma de relativismo religioso con la cual vamos permitiendo que nuestra fe y nuestra vida cristianas se vean debilitadas?

Si aceptamos todas estas ideas y las tomamos a la ligera en «aras de la diversión de los niños» ¿Qué diremos a los jóvenes (a quienes durante su infancia les permitimos jugar al Halloween) cuando acudan a los brujos, hechiceros, médiums, y los que leen las cartas y todas esas actividades contrarias a lo que nos enseña la Biblia?

Es que nosotros, como cristianos, mensajeros de la paz, el amor, la justicia, portadores de la luz para el mundo ¿podemos identificarnos con una actividad en donde todos sus elementos hablan de temor, injusticia, miedo y oscuridad? Sobre el tema de la paz podemos leer Fil. 4,9  Gál. 5,22. Ver qué dice Jesús sobre esto en Mt. 5,14  Jn. 8,12

Si somos sinceros con nosotros mismos y buscamos ser fieles a los valores de la Iglesia Católica, llegaremos a la conclusión de que el Halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los Fieles Difuntos, y que todas sus connotaciones son nocivas y contrarias a los principios elementales de nuestra fe.

LECTURAS MIERCOLES 27 DE AGOSTO 2014

Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3,6-10.16-18.
Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que no traten con los hermanos que lleven una vida desordenada, y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo.

Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar.
En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma.
Que el Señor de la paz les conceda la paz, siempre y en toda forma. El Señor esté con todos ustedes. El saludo es de mi puño y letra. Esta es la señal característica de todas mis cartas: así escribo yo, Pablo. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 128(127),1-2.4-5.
¡Feliz el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,

serás feliz y todo te irá bien.
¡Así será bendecido
el hombre que teme al Señor!

¡Que el Señor te bendiga desde Sión
todos los días de tu vida:
que contemples la paz de Jerusalén.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 23,27-32.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!
Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos,
diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas’!
De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!

Palabra del Señor

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Se habla mucho de que es de buen cristiano el tolerar todo, soportar todo y callar ante todo, y sin embargo, en ningún momento Nuestro Señor o los santos se comportaron como los bobalicones que la sociedad desea que seamos para no estorbar a los planes de las élites.

No, un cristiano –y cuando decimos cristiano decimos católico, pues toda secta protestante proviene del abismo ya que desprecian la voluntad de Dios para seguir la propia- debe ser alguien valiente para soportar las cruces que le vengan impuestas, y enfrentar -aunque sea solo- al mundo corrompido por el pecado para no caer en sus redes.

Igualmente, debe ser alguien suficientemente humilde para reconocer que todo lo bueno que hay en él proviene de Dios y que obra suya solo son sus pecados.

Debe ser alguien suficientemente mortificado y temeroso de Dios para apartar de su vida todo aquello que le aleja del camino de la santidad, personas incluidas.

San Pablo lo dice bien claro: Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que no traten con los hermanos que lleven una vida desordenada, y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros.

Hasta ese punto hemos de llegar: hacernos violencia para evitar todo tipo de pecado.

No se han cometido mayores crímenes en la historia que aquellos hechos en nombre de la tolerancia. Y nosotros, como cristianos, no debemos aceptar el error ni rebajar la verdad salvífica de Cristo al punto de considerarla una mera opinión más en medio de tantas.

La Verdad es por naturaleza intolerante con todas las mentiras que la rodean, ya que por sí misma las excluye.

Pongamos un ejemplo para que a nadie escandalice esta afirmación:

Ante una verdad absoluta como que dos más dos son igual a cuatro, alguien puede presentarse vociferando contra intolerancia de dicha afirmación, argumentando que dicho resultado puede ser cinco, ocho o dieciocho en función de la opinión que tenga la persona, y que todas las respuestas son igualmente válidas y dignas de respeto.

¿Qué pensarían de esa persona?

Solo cabría una consideración para ella: que está loca, o bien, que nos está tomando el pelo, porque tal necedad no puede ser tomada de otra manera. Y si vemos que persiste en semejante estupidez nos acabaríamos alejando pensando que no tiene remedio.

Y esto que parece tan obvio en este ejemplo, se nos olvida cuando se atacan los dogmas de fe, que son VERDADES ABSOLUTAS E INFALIBLES, tan ciertas o incluso más que la fórmula del ejemplo. ¿Por qué entonces cuando se argumenta de la misma manera contra nuestra fe toleramos semejante necedad? ¿Porque es colectiva? Un necio no deja de serlo porque se agrupe con otros tantos y todos digan la misma necedad hasta la saciedad.

Por tanto, ante el error doctrinal, ante el pecado: tolerancia cero – sin olvidar la caridad con el prójimo, es decir, darle a conocer la verdad sin humillarle.

Aquellos que exigen el prototipo de cristiano bobalicón y los que los siguen en sus falsas doctrinas, solo merecen el apelativo de hipócritas, pues se parecen a los sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre.

Ellos parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad, hasta el punto de que en poco tiempo veremos como estos que proclaman paz y tolerancia para todos, en nombre de dicha tolerancia acabarán asesinando a los católicos que realmente sirvan al Señor como sus antepasados acabaron con los profetas y santos de los primeros tiempos.

Evitemos sus redes y sus mentiras.

EVANGELIO VIERNES 30 DE AGOSTO 2013

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13,44-46.
Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»

Palabra del Señor

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El Reino de los Cielos, ese tesoro ante el cual hombres y mujeres de todos los tiempos han llegado a dar, ya no solo su tiempo, sino hasta sus propias vidas  por conseguirlo.

Lo que debiéramos preguntarnos es:

¿Por qué es hoy despreciado aquello que siempre fue tan deseado?

Por mucho que digan, el ser humano no ha cambiado. Sus necesidades, sus deseos más profundos, sus miedos, sus preguntas… han sido siempre las mismas. Y sin embargo nos encontramos ante una generación diferente, que no busca, que no se plantea, que no se interroga, que no sueña… que únicamente vive por y para el presente, que únicamente vive por y para sí misma.

¿Qué nos ha sucedido?

Que tristemente estamos atrapados en las redes del enemigo que por primera vez en la historia ha acaparado todos los puestos de poder del mundo por medio de la masonería. Es triste reconocerlo así, pero desde la cuna hemos sido (o eso han pretendido) adoctrinados para formar esa gran masa manipulable que ellos quieren gobernar a su antojo.

Sin embargo, pese a que esto nos venga impuesto y seamos pocos los que gracias a Dios hemos sido liberados de estas ataduras intelectuales, físicas y morales, la decisión es nuestra, siempre lo ha sido. Y si las personas no optan por el Reino de los Cielos, puede deberse a dos motivos:

–          O no quieren saber nada de Dios ni de su Reino, lo cual es muy triste aunque aceptable, ya que cada uno es libre de elegir a quien servir teniendo en cuenta que al final de sus vidas pagará las consecuencias de esta elección.

–          O bien, que no lo conocen, lo cual no es culpa suya sino nuestra.

¿Quién ha hablado de Dios a esta nueva generación?

Los padres por falta de tiempo delegan en la escuela la educación de sus hijos, la escuela, como parte del sistema adoctrinador, no tocará para nada cuestiones morales y si lo toca será para relativizarlas y desacralizarlas excusándose en que la educación debe ser igual para todos y que los críos son libres de elegir su fe. De este modo,  relega lo que ellos denominan cuestiones “superfluas” a los padres que por supuesto, respetan esta máxima mundana de “ya elegirá cuando sea mayor la fe que quiera”.

De un modo u otro, el crio crece sin conocer a Dios, sin conocer su Reino… Se ve bombardeado con tal cantidad de información, que se convertirá en un experto en ciencias, en física cuántica, en historia universal, será políglota y hasta tocará el piano con los ojos vendados… eso sí, llegará a la mayoría de edad ¡¡sin conocer lo único importante para su existencia!!

¿Quién le va a explicar la verdad entonces? ¿Sus amigos? Tristemente están en la misma situación que él, y su máxima aspiración en la vida será que llegue el fin de semana para liberarse del estrés entre “ligoteos” y alcohol.

Y lo peor de todo, las personas que han crecido adoctrinadas de esta manera, han desarrollado tales mecanismos de defensa, que el solo hecho de oir el Nombre de Dios o cualquier cosa que suene a Santo crea en ellos una aversión tal que no solo no escucharán, sino que atacarán.

Y de jóvenes mediocres, saldrán adultos mediocres que formarán familias mucho más mediocres todavía, es decir, totalmente desestructuradas como las que ya estamos viendo, y las siguientes generaciones les irá incluso peor que a ellos.

¿Qué será de nosotros? Solo Dios lo sabe. Pero no debemos perder de vista que la culpa de que el mal se extienda, no solo es de los malos, sino de los buenos que permanecen en silencio con la excusa de “no molestar” y de “ser tolerantes” – que por cierto, esto es otro arma del enemigo, que nos hace creer que la tolerancia del mal es una gran virtud cristiana y rápidamente nos olvidamos que incluso Cristo fue el primero en llamar a los hipócritas por su nombre y poner los puntos sobre las ies a todos aquellos que ponían sus manos criminales sobre cosas Santas.

Pero no hay que perder la esperanza. Pese a que el mal esté muy extendido, el Señor sigue llamando y rescatando a hombres y mujeres de las garras de Satanás y de este bucle de perdición denominado mundo. Gracias a Dios,  muchos -entre los que me incluyo- hemos sido “tocados” por el Señor y liberados de en medio de estas redes aun cuando no habíamos hecho nada por merecerlo.

¿Por qué nos eligió? Solo Él lo sabe. Eso sí, ahora una vez hemos reconocido su grandeza en nuestras pobres vidas, no permitamos por dejadez y negligencia, que el Señor se arrepienta de la oportunidad que nos ha dado al concedernos la fe.

Es hora de hacer por Él lo que Él ha hecho por nosotros.

Salgamos, pues, con la ayuda del Espíritu Santo, a dar testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y por nuestras almas, pues para eso hemos nacido: para dar testimonio de la Verdad que hemos recibido, y colaboremos con Él en su plan de salvación comenzando por los que tenemos más cerca.

EVANGELIO SÁBADO 20 DE JULIO 2013

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 12,14-21.
En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.
Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.

Palabra del Señor

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Como hemos estado diciendo en los últimos comentarios, a todos aquellos verdaderos siervos del Señor se les viene impuesta la cruz por parte de un mundo que conspira inspirado por Satanás, para acabar con todo lo Santo.

En este evangelio, vemos como las palabras de Cristo, que nos advertían de la persecución por causa del Reino, se comienzan a cumplir en Él mismo.

“En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. “

Y por esta misma razón, Cristo mismo se vio obligado a alejarse de allí con sus discípulos, porque aun no había llegado su hora. No se trataba de miedo, sino que debía seguir anunciando el Mensaje Salvífico y por eso Dios no permitió que le hiciesen daño antes de tiempo.

Curiosamente, tras anunciar la Buena Noticia del Reino y liberar a los que lo siguieron de las garras del maligno, en lugar de pedirles que difundiesen lo que acababan de escuchar, les pidió discreción.

“Él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer”

Muchos pensarán: ¿A qué se debe esto? ¿Por qué Cristo no quiso que otros hablasen de Él cuando tras su resurrección nos encomendó a todos el predicar el evangelio a lo largo y ancho del mundo?

Sin intención de pretender conocer sus motivaciones, y únicamente hablando desde la propia experiencia, podemos afirmar que realmente no se trata de una contradicción, y el motivo es el siguiente:

Cuando uno se encuentra en terreno enemigo y ha sido amenazado/perseguido en diversas ocasiones, lo que sería un suicidio para la misión y totalmente contraproducente para el resultado de la misma, es permitir que se proclame a los cuatro vientos la identidad y ubicación de quien debe llevarla a cabo.

Esa es la razón de que nosotros y otros siervos del Señor, al proclamar la Verdad de Cristo, del modo en que lo hacemos, sin callar los nombres y apellidos de nuestros perseguidores, de aquellos que atentan contra la Santa Iglesia de Dios y luchan por destruirla, esto es, la masonería internacional y sus múltiples y continuas infiltraciones en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, que han conseguido llegar hasta su misma cúspide para acabar con ella atacándola desde dentro y desde fuera, pervirtiendo y profanando sus Templos, los sacramentos y la Santa Doctrina. Es así, como partiendo de la base de que ellos dominan el mundo, de momento de manera encubierta y en un futuro próximo de manera real por medio del establecimiento de su Nuevo Orden Mundial liderado por el Anticristo, es preciso que mantengamos nuestro anonimato para poder continuar con nuestra labor el máximo tiempo posible, hasta que llegue nuestra hora.

Por tanto afirmamos que si nosotros que no somos nadie, no nos ocultamos por miedo sino para mayor Gloria de Dios y por el bien de la misión que se nos ha encomendado, cuanto más Cristo iba a estar justificado en decidir mantener en secreto su apostolado para que se cumplieran las palabras del Profeta Isaías.

“Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones.
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.”

Que el Señor nos haga valientes para anunciar su Palabra, sensatos para saber obrar sin caer en la temeridad, y sobre todo, dispuestos a hacer lo necesario para ser verdaderos siervos del Señor hasta las últimas consecuencias, al modo de Nuestro Señor Cristo.

SAN GREGORIO VII, PAPA (25 DE MAYO)

SAN GREGORIO VII, PAPA

(† 1085)

SAN GREGORIO VIIEl santoral nos presenta en la fecha de hoy al coloso que removió tamaña dificultad, al gran artífice en la empresa de la independencia de la Iglesia del Estado: Hildebrando, llamado más tarde San Gregorio VII.

Nació en Soana, provincia de Siena, hacia el año 1020. Su padre, Bonizo o Bonizone, era hombre, al parecer, de condición humilde. Carpintero, según unos; según otros, cabrero. Hildebrando, pequeño de estatura y grácil de constitución, fue educado en la disciplina eclesiástica, desde su niñez, en el monasterio de Santa María, en el Aventino (Roma), donde hizo grandes progresos en la ciencia y en la virtud, hasta el punto de que Juan Graziano (posteriormente papa Gregorio VI) llegó a decir que nunca había conocido una inteligencia igual; y de que el emperador Enrique III manifestó, cuando le oyó predicar, siendo joven todavía, que ninguna palabra le había conmovido como aquélla.

De regreso a Roma, después de algún tiempo de estancia en Francia, mereció la plena confianza de los papas. Fue el sabio y prudente consejero de cinco pontífices consecutivos y tomó parte en decisivas actuaciones de la Iglesia empeñada en la reforma, como la reunión del concilio de Lyón (Francia) para deponer a varios obispos simoníacos, la presidencia del concilio de Tours, en que Berengario abjuró de sus errores, y la legación en Ratisbona, con el fin de que la corte de Germania aprobara la elección de Esteban IX.

Durante veinticinco años rehusó aceptar personalmente el Pontificado: pero, a la muerte de Alejandro II, hubo de someterse a la Providencia, que le deparaba la suprema dignidad. Presidiendo, como arcediano que era, los funerales, quedó atónito cuando la multitud —clero y pueblo— prorrumpió en un grito unánime: «¡Hildebrando, Papa!» Se precipitó hacia el ambón para neutralizar las aclamaciones; pero llegó antes Hugo el Blanco, cuyo panegírico sobre Hildebrando fue rubricado por cardenales, obispos, sacerdotes y clérigos, que pronunciaron con entusiasmo la consabida fórmula: «¡San Pedro ha escogido Papa a Hildebrando!».

Antes de que el atleta haga llegar los brazos hasta él para removerlo, deténgase un momento el lector a contemplar la magnitud del escollo que la Iglesia había encontrado a su paso: la evolución de hechos históricos en diversos países había convertido a la Esposa de Cristo en sierva del Estado. Los príncipes temporales habían sustraído a la Iglesia la provisión de los obispados y de casi todos los beneficios eclesiásticos, y la ejercían por medio de la «investidura». Los príncipes temporales hacían la entrega de un obispado o una abadía a quienes quisieran, quedando suprimidas la elección regular y la confirmación canónica hechas por el metropolitano, único medio previsto por la Iglesia para la designación de los obispos. De ese indignante tráfico de funciones sagradas y de la dudosa conducta de los que eran honrados con ellas, como consecuencia casi inevitable, surgieron la simonía y la incontinencia en el clero. No se daban los beneficios eclesiásticos a los que los merecían, sino a los que los compraban, ya que, llegados a ser mirados como propiedad del Estado los bienes feudales y las propiedades privadas del obispado, quienes recibían el beneficio eclesiástico se juzgaban obligados a pagar un reconocimiento a quienes lo daban.

Esta injusticia y la índole de quienes se brindaban a obtener, por medios tan nefandos, los beneficios eclesiásticos, provocaron en el campo de la Iglesia el salpullido de unos clérigos de conciencia tan ofuscada y de espíritu tan oscurecido, que, invocando falsamente en su favor textos de concilios, palabras del Evangelio y hasta imposiciones de la naturaleza, quebrantaron el celibato eclesiástico hasta el extremo de celebrar solemnemente sus bodas y preparar un ambiente en que hacer hereditarios los beneficios. No deje de apreciar también el lector otro perfil que sintetiza la dureza en que ha de tropezar el martillo de la reforma: el de que la misma causa hará poco menos que irremediable el mal, pues los simoníacos rebeldes tendrán tras sí, para defenderlos, a los príncipes y reyes de quienes recibieron el nombramiento.

Con el alma inflamada por el ideal del reinado de Dios en la tierra, después de escribir muchas cartas a sus amigos en demanda de oraciones y protección moral, Gregorio VII, el gobernador sabio, piadoso y enérgico, se enfrentó con esa caótica situación.

Como base de reforma de la Iglesia, convocó concilios en Roma, bajo su presidencia, y en otros países católicos mediante legados suyos, y se decretó en frecuentes sínodos: que los clérigos no se unieran a sus esposas, que no se confiriera el sacramento del Orden sino a los que hubiesen hecho profesión de celibato perpetuo y que nadie asistiese a las misas de los sacerdotes que tuviesen mujer, «para que los que no se corrigen por el amor de Dios y la dignidad de su ministerio se arrepientan, al menos, por la vergüenza del siglo y por la repulsa del pueblo».

Dispuso, contra la simonía, que los clérigos que hubiesen obtenido, mediante precio, algún grado u oficio de las sagradas órdenes, no ejercieran, en lo sucesivo, su ministerio eclesiástico, y que los que recibieran de los laicos la investidura de la Iglesia, y los laicos mismos que la dieran, fuesen castigados con el anatema.

El ataque directo a las investiduras cristalizó en un decreto del sínodo romano de la Cuaresma de 1075, excomulgando a todo emperador, rey, duque, marqués, conde o persona seglar que tuviese la pretensión de conferir cualquier dignidad eclesiástica.

Estas disposiciones con que el Vicario de Jesucristo tomaba el azote, como en otro tiempo su Maestro, para arrojar del templo a los vendedores, y el paso de los legados pontificios por toda la cristiandad para hacerlos cumplir, provocó una protesta general y una sublevación violenta en todas partes, pero de modo especial en Alemania.

Hasta en Roma se opuso al Papa el partido contrario a la reforma, capitaneado por Sencillo, que había estado condenado a muerte. Organizó un grupo de conjurados que, en la vigilia de Navidad, mientras Gregorio VII celebraba la santa misa en Santa María la Mayor, se arrojó armado sobre el Pontífice, hiriéndole, derribándole y arrastrándole hasta recluirlo en una torre. Cuando el pueblo reaccionó y la torre estaba a punto de caer en manos de los libertadores, Cencio, al creerse perdido, se echó a los pies del Papa, que paternalmente le otorgó el perdón ten angustiosamente suplicado y calmó a la multitud ansiosa de venganza.

En Alemania, el emperador Enrique IV declaró abiertamente la guerra a Gregorio VII, reuniendo, en 1076, un conciliábulo en Worms con objeto de deponer al Papa.

Mucho sufría el Santo Padre. En el año anterior había escrito a San Hugo, abad de Cluny: «Si finalmente miro dentro de mí, me siento tan abrumado por el peso de mi propia vida, que no me queda esperanza de salud sino en la misericordia de Jesucristo».

A pesar de todo ello, la fortaleza de Gregorio VII no se rendía. Combatió en Francia los desórdenes de Felipe Augusto; luchó en Inglaterra por medio del arzobispo Lanfranco; en España —donde la campaña emprendida en 1056 por el concilio de Compostela, y continuada en 1068 por los concilios de Gerona, Barcelona y Lérida, habían subvenido ya a la posible necesidad de reforma— introdujo la liturgia romana y alentó la campaña de Alfonso de Castilla contra los sarracenos, y actuó en las más apartadas regiones del norte y del oriente asiático, pensando, por primera vez, en una cruzada que había de terminar dos lustros más tarde con la conquista de Jerusalén.

Su heroica fortaleza, a juzgar por lo que aconsejaba en carta a la condesa Matilde —la gran defensora de la Santa Sede—, se alimentaba «en la recepción del cuerpo de Cristo y en una confianza ciega en su Madre».

A raíz del conciliábulo de Worms, el emperador dirigió al Pontífice una insolente carta, que fue recibida precisamente cuando, en la basílica de Letrán, se celebraba un concilio que, por unanimidad, declaró haberse hecho Enrique acreedor en sumo grado a la excomunión. La pronunció, en efecto, el Pontífice, y en una bula al mundo católico explicó sus motivos y el alcance de la condenación. Envió a su vez una carta «a todos sus hermanos en Cristo» en Alemania, diciéndoles: «Os suplicamos, como a hermanos muy amados, os consagréis a despertar en el alma del rey Enrique los sentimientos de una verdadera penitencia, a arrancarle del poder del demonio, a fin de que podamos reintegrarle en el seno de nuestra común Madre».

Despreció Enrique todos los anatemas y se alió con todas las furias del averno. El Papa contaba con la justicia, con la compañía de la piadosa y abnegada condesa Matilde y con la espada del esforzado Roberto Guiscardo. Los alemanes se disponían a deponer inmediatamente a Enrique, pero éste, considerándose perdido y conociendo la magnanimidad de Gregorio VII, se decidió a poner la causa en sus manos, llegando, en la mañana del 25 de enero de 1077, al castillo de Matilde, en Canosa, donde a la sazón se hallaba el Papa. Nevaba copiosamente y el frío se enseñoreaba del ambiente cuando, descalzos sus pies, su larga melena al aire y cubriéndose con la ropa de los penitentes, golpeaba las puertas de la fortaleza un peregrino que no era otro que el mismo Enrique IV. Tres días esperó, gimiendo, llorando, implorando el perdón, sin probar bocado y posando sus plantas en el hielo. Ya perdía la esperanza, al anochecer del tercer día, cuando se decidió a entrar en una cercana ermita. Precisamente oraban en ella la condesa Matilde y Hugo, el abad de Cluny, Se conmovieron éstos ante sus súplicas de intercesión por él ante el Papa. Y Gregorio VII, aun cuando su sagacidad le dictaba que era todo fingimiento e hipocresía en Enrique, que no buscaba más que mantener su trono, sucumbió a la bondad de su corazón accediendo a los ruegos de tan piadosos intercesores. Como tenía que suceder, volvieron a producirse los conciliábulos, las excomuniones y las hipocresías, y el Pontífice tuvo que oponer su indomable firmeza a los ejércitos imperiales que llegaron hasta Roma, donde sus habitantes, ganados por las larguezas del emperador Enrique, terminaron por entregarle la ciudad.

Gregorio VII se refugió en el castillo de Sant-Angelo, donde renovó la sentencia de excomunión. Esquivó Enrique el golpe haciendo entronizar en la basílica de San Pedro al antipapa Guiberto. La Providencia salió al paso: la consternación se impuso de súbito ante el rumor de que Roberto Guiscardo estaba a las puertas de la ciudad con un formidable ejército de normandos. Ante la vacilación de los romanos, por él comprados con dinero, y viendo a sus tropas fatigadas por la larga campaña y diezmadas por la epidemia, Enrique, avergonzado, huyó precipitadamente de Roma, y los romanos, asesinados a millares o vendidos como esclavos, expiaron su traición ante los normandos que incendiaban y saqueaban la ciudad. Abandonó Gregorio VII la urbe en ruinas, dolorido por tanta destrucción, y se refugió en Montecasino, de donde pasó a Salerno, haciendo a la Iglesia universal este supremo llamamiento: «Por amor de Dios, todos los que seáis verdaderos cristianos, venid en socorro de vuestro Padre San Pedro y de vuestra Madre la santa Iglesia, si queréis obtener la gracia en este mundo y la vida eterna en el otro».

Como otro Moisés, sin permitirle la Providencia contemplar la perfecta realización de su ideal sagrado, aunque a sus puertas, moría en Salerno, el 25 de mayo de 1085. pronunciando estas palabras: «He amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso muero en el destierro».

Muerte de antemano aceptada cuando, ya en 1076, escribía a los obispos de Alemania esta frase, que revela la energía de su temperamento y su sinceridad apostólica: «Mejor es para nosotros arrostrar la muerte que nos den los tiranos que hacernos cómplices de la impiedad con nuestro silencio».

Señor Dios, que has iluminado a tu Iglesia con la sabiduría del papa San Gregorio VII, concede a tus siervos la gracia de ser constantemente orientados por las enseñanzas de este gran pontífice y ayudados por sus méritos.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

San Gregorio VII, ruega por nosotros.

NUESTRA MISIÓN: LA DEFENSA DE LA FE

NUESTRA MISIÓN: LA DEFENSA DE LA FE

  “Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”. 

[S.S. LEÓN XIII]

 Cuando hablamos de defensa de la fe, de lucha contra la herejía a muchos se les vienen a la cabeza imágenes de los cruzados en la Guerra Santa -de los que hemos tomado el nombre para el Blog- pese a que eran batallas políticas más que religiosas-, y de la Santa Inquisición, encargada de defender la pureza de la fe católica. Sus supuestas torturas horribles de, como dicen, inocentes acusados de herejes, no eran otra cosa que calumnias de la propaganda política de las naciones protestantes de Europa en contra de la Iglesia Católica y el Imperio Español católico por antonomasia. Habría que preguntarles a todos los protestantes que siguen empleando la Inquisición para atacar a la Iglesia qué opinan de los episodios masivos de quemas de brujas, como el acontecido en Salem, llevados a cabo por sus correligionarios.

 Sin entrar más en ese asunto, y partiendo de estos dos ejemplos, malinterpretados intencionadamente por algunos para atacar a la Iglesia, nos vemos en la obligación de escribir este artículo, en respuesta a la siguiente pregunta: ¿Estamos legitimados a emplear la violencia para la defensa de la fe?

 La respuesta no la damos nosotros, la da Cristo mismo en el Huerto Getsemaní a Pedro cuando su fiel apóstol, primer pontífice de la Iglesia Católica, saca su espada para defender al Señor de sus agresores:

 “Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10).

 “Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.

Jesús le dijo: «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?» (Mt 26, 51-54)

 Por tanto, de boca de Cristo tenemos que NO ES LEGÍTIMO EMPLEAR LA VIOLENCIA PARA LA DEFENSA DE LA FE, ya que implicaría directamente atentar contra la Santa Ley promulgada por Dios mismo.

 Sin embargo, no puede suceder lo que está pasando: el ver como no se deja de injuriar a Dios y a nuestra Santa Iglesia Católica y ningún católico se atreva a mover un dedo.

 ¡Qué nadie se atreva a justificar su pasividad en el amor al prójimo predicado por Cristo! Porque más pecado tiene el permitir que infieles blasfemos que llevan el pecado mortal como distintivo de su conducta injurien al Altísimo con total impunidad.

 Pero pese a que muchos aceptarán que esto sucede, nadie va a asumir como propia esta acusación, mientras continuarán viviendo sus días en un cobarde silencio- que es un indicativo claro de la tibieza de su fe – argumentando lo bueno que es ser tolerante y lo grandes cristianos que son, ya que la tolerancia es una de las grandes virtudes del buen cristiano.

 ¡Necios! ¿No sabéis que la tolerancia y su proclamación es uno de los mayores engaños de Satanás para acabar con la fe? Precisamente de ella parten todas las aberraciones de los últimos tiempos, y los siervos de Satanás no dejan de apelar a la tolerancia para justificar sus acciones y silenciar a los verdaderos servidores de Dios, calificándolos de intolerantes, radicales, extremistas, fundamentalistas, xenófobos, fascistas y toda clase de apelativos que se les ocurran para complementar la palabra intolerancia.

 ¡Que no nos engañen con eso!

RELIGION GLOBAL Nos han vendido el diálogo interreligioso y el ecumenismo como algo estupendo caído del Cielo y que todos tenemos que aceptar sin más. Pues bien, hay una cosa en la que no nos han mentido pues todos estos movimientos que justifican la unión de cultos son realmente algo caído del Cielo, como Satanás mismo.

 Enemigos de la fe han infiltrado su veneno mortal en la mismísima Iglesia Católica, Esposa del Cordero, para que se llegue a permitir y aceptar sin preguntas la profanación de Templos y de la fe misma con las Sagradas Escrituras en la mano.

 Pero vamos a ver, ¿es que a Dios va a agradarle que se mezcle la Santa Doctrina con cultos procedentes del mismo Satanás? ¿Es que Él iba a querer por algún motivo que escapa a toda lógica el juntar la verdadera Fe con la herejía, la Verdad con la mentira, la Bondad con la maldad?

 Esto solo puede proceder de Satanás mismo, introduciendo en el grupo de los fieles servidores de Dios, en Su Santa Iglesia, elementos discordantes y doctrinas venenosas para tratar de llevar al error a los mismísimos elegidos de Dios para la salvación eterna. Este ha sido su modo de actuar desde siempre y por tanto, algo así no puede venir ni vendrá jamás de Dios, pues en caso de que así fuera, la Pasión y Muerte de Cristo no habría servido para nada y los millones de mártires de la historia que sufrieron un terrible calvario por no ofender al Señor, habrían tenido que ser muy masoquistas pues, según estas ideas, se podrían haber salvado renegando de Dios, o buscándose una religión mucho más sencilla, liviana y tolerante.

 Por favor, seamos serios, llamemos a las cosas por su nombre y parémonos a pensar: ¿Qué dice Dios sobre todas estas corrientes que han aparecido en los últimos años?

 Para responder a esto tenemos que acudir al Antiguo Testamento, parte de la Biblia censurada por todos estos apóstatas pro dialogo y tolerancia que saben bien que si los fieles descubren lo que ahí está escrito, sus doctrinas heréticas y luciferinas caerían por si solas. Estos esbirros de Satanás, se las han arreglado para hacernos creer que el Dios del Antiguo Testamento, el Dios de Justicia, es algo anticuado, propio de épocas pasadas, totalmente alejado de la Verdad y que nada tiene que ver con el Dios presentado en el Nuevo Testamento, encarnado por Cristo, que según ellos, está lleno de amor, mojigatería, pajaritos y florecitas.

 ¿Es que nos hemos vuelto totalmente locos? ¿Por qué creemos toda esta bazofia satánica y dudamos de la mismísima Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia?

 Cristo mismo ha dicho:

No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán pero no se borrará una i o una tilde de la Ley” (Mt 5, 17-18)

Por tanto, es una verdadera barbaridad y una blasfemia en toda regla el negar al Dios del Antiguo Testamento y suponerse que el Dios del Nuevo Testamento lo admite todo.

 Dios es inmutable, es el mismo ayer, hoy y siempre, y en Él no hay ni la más mínima mentira o error. Por tanto quien niegue algo de Dios, lo niega todo.

 ¿Queréis saber qué opina Dios del ecumenismo y del diálogo interreligioso?

 Son múltiples las veces que Dios habla de lo que se debe hacer con respecto a los demás cultos, pero vamos a rescatar dos de estos pasajes por ser los que mejor ilustran su opinión.

 En el primer ejemplo, vemos como el Señor, tras dictar las tablas de la Ley a Moisés, y sabiendo que salvo ellos, todo el mundo estaba honrando a Satanás por medio de falsas divinidades y religiones, le dio el siguiente mandato:

Mira bien lo que hoy te mando: (…)

 No hagas pacto alguno con los habitantes de la tierra en la que vas a entrar, para que no te hagan caer en sus redes.

Antes bien, destruid sus altares, romped sus estelas, destrozad sus cipos.

No adorarás a otro Dios, porque el nombre del Señor es Celoso y él es un Dios celoso.

No harás pacto alguno con los habitantes de la tierra, no sea que ellos, al prostituirse ante sus dioses para ofrecerles sacrificios, te inviten y comas de sus sacrificios.

No tomarás de entre sus hijas mujeres para tus hijos, pues ellas se prostituirán ante sus dioses y arrastrarán a tus hijos a prostituirse también ante ellos.” (Exodo 34, 11-16)EXPULSIÓN DE SATANÁS

Es decir, DIOS AFIRMÓ CLARAMENTE QUE NO SE PUEDE TOLERAR NINGUNA CLASE DE CULTO AJENO A LA VERDADERA FE, que es el Camino que Dios enseña, en el Antiguo testamento era el pueblo de Israel, descendientes de Abraham, y a partir de Cristo, la Santa Iglesia Católica fundada por Él mismo, depositaria de todas las promesas al pueblo elegido.

 Su lenguaje es claro y explícito: “destruid sus altares, romped sus estelas, destrozad sus cipos.”, es decir, extirpar todo rastro de herejía entre vosotros, no pactéis con ellos no sea que os desvíen del camino y por supuesto, jamás emparentéis con ellos ni permitáis que se establezcan entre vosotros.

El pueblo elegido, al igual que sucede ahora mismo, hizo caso omiso a las advertencias de Dios y cayeron en la idolatría (adoración de demonios, falsas divinidades, de uno mismo, de cosas materiales…) dejando de lado el camino de la Salvación y apartando a muchos de él.

Y  Dios dijo de nuevo:

“Por vuestra parte, no haréis pactos con los habitantes de este país, sino que destruiréis sus altares. Pero vosotros no habéis obedecido. ¿Por qué habéis hecho esto?” (Jueces 2, 2)

El Nuevo Testamento, pese a las manipulaciones que quieren hacerle, no se queda corto a la hora de tratar con otras religiones y cultos.

 Como por ejemplo este pasaje de San Pablo:

“¡No uniros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?  ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.  Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré. Yo seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para mí hijos, dice el Señor todopoderoso. “ (2 Co 6, 14-18)

 Más claro agua.

 Pero esto no queda ahí, incluso el Magisterio de la Iglesia, durante 1960 años aproximadamente, había hablado claramente del gran pecado y herejía que constituía el tratar como iguales con falsas religiones y cultos.

 Y si siempre estuvo tan claro, ¿por qué es un tema en boga ahora mismo?

 Pues porque el diálogo interreligioso y el ecumenismo, que se han logrado infiltrar en la Iglesia como algo bueno, forman parte de los primeros pasos del plan de las élites para la constitución de una Religión Global, compuesta de la unión de todos los credos y a cuya cabeza se situará el Anticristo.

 La masonería, los enemigos declarados de Dios y de la verdadera fe, llevan preparando el camino del advenimiento de su señor desde hace bastantes años, y la Religión Global, será su herramienta para conseguirlo. De ahí que se haya comenzado por infiltrar en cada mente del planeta tierra las ideas mortíferas de la Nueva Era, versión light del luciferismo y el satanismo.

 (Para conocer más sobre la Masonería, Nueva Era y su papel en la Religión global, tenéis a vuestra disposición varios Audio-documentales católicos en el canal de youtube Sanguis et Aqua.)

 Si el peligro es tan inminente y como hemos visto, para esta lucha no caben métodos violentos pues traicionaríamos a Cristo, ¿cómo hay que defender la fe?

 Pues defenderemos la fe, en la misma medida en la que amamos al Señor, es decir, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra alma, con todo nuestro entendimiento y con todo nuestro corazón.

 Para ello primeramente hay que tener una fe verdadera, es fácil decir Creo en Dios, pero mucho más fácil aun el hacerse un Dios a nuestra medida influenciados por Satanás.

¿Cómo vas a defender la fe si ni siquiera la tienes?

¿Y cómo vas a creer algo si ni siquiera lo conoces?

ESTUDIO ESCRITURASPor tanto, lo primero y más importante es la formación propia por medio del estudio de la Santa Doctrina Católica, Hacerse con un compendio de los Dogmas de la Iglesia, que son las enseñanzas que Cristo entregó a sus Apóstoles y que han sido custodiadas por la Iglesia Católica durante estos 2000 años, debe ser fundamental.

 A día de hoy, en la era de la información, no hay excusa alguna para formarse bien ya que tenemos todo a nuestro alcance. En la zona de descargas tenéis a vuestra disposición tres catecismos de la Santa Iglesia Católica de forma totalmente gratuita (ACCEDER A ZONA DE DESCARGAS).

 ¿Y de qué sirve conocer todo de Dios y de Cristo si servimos a Satanás por medio de una vida llena de pecado? Tiene delito el saber lo que hay que hacer, lo que Dios nos pide y continuar en pecado mortal tan tranquilos.

 Así tenemos que tener en cuenta este segundo punto, que no es menos importante que el primero. Debemos mantenernos en estaREZO DEL SANTO ROSARIOdo de gracia, es decir, limpios de pecado. Para ello se debe hacer uso de los sacramentos, sobretodo de la confesión (semanal) y la eucaristía (si puede ser, diaria), y la oración constante para ser capaces de superar las tentaciones de Satanás.

 Para ello es muy útil el disponer de lecturas espirituales e incluir en nuestro horario momentos para realizar alguna devoción. Para que comencéis, si no lo habéis hecho ya, os recomendamos tres libros: El tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen (Descargar), el Secreto Admirable del Santo Rosario (Descargar), y Preparación para la Muerte (Descargar), que le quitará todas las ganas de pecar de un plumazo.

 Y lo tercero que debemos tener en cuenta es conocer al enemigo. Si no sabemos quién es, que hace, y qué medios utiliza, de seguro que caeremos en sus redes. Eso sí, tened cuidado en este punto. Recordad que la curiosidad mató al gato.

 No se trata pues, de irse de valientes por la vida tratando de descubrir de primera mano los cultos y rituales paganos, sino de conocer los peligros de los mismos y su infiltración en la sociedad, si puede ser, de mano de autores católicos, que sabrán ir al grano con lo que importa y os evitarán los peligros derivados de ir directamente a las fuentes.

 Si uno no está bien formado en la fe, o no se encuentra en estado de gracia unido con Dios mediante la oración constante, el profundizar en el conocimiento del enemigo puede traerle más daño de lo que cree, sobre todo por las influencias demoníacas que tratarán de destruirlo al descuidar su propia protección espiritual.

 Esto es simplemente un aviso a incautos, para que no se les ocurra hacer locuras.

 Si queréis instruiros en ese tema, hemos incluido en la zona de descargas varios libros para la defensa de la fe, como es La Conjuración Anticristiana (Descargar), El Liberalismo es pecado (Descargar), Revolución y contrarrevolución (Descargar), así como encíclicas papales que hablan directamente de los enemigos de la fe , como Humanum Genus de León XIII (Descargar).

 Con todo esto, y con la ayuda de Dios, podemos estar seguros de que no fallaremos a la hora de la defensa de la fe.

Desterremos, por tanto, de nuestra mente la palabra tolerancia como algo cargado de veneno. ¿Amar al prójimo? SIEMPRE, aunque sea por compasión de saber que como no cambien su actitud van a acabar sufriendo el terrible castigo del infierno, día tras día, segundo tras segundo, por toda la eternidad. ¿Tolerar que se injurie al Señor, se profanen sus Templos y se mancille su Santa Doctrina? JAMAS, porque el silencio nos haría tan culpables como a ellos.

 SAN MIGUELTomemos el ejemplo de San Miguel Arcángel, que tras descubrir el pecado de Satanás y su intento de arrebatar a Dios a todos sus ángeles mediante sus mentiras y engaños, se lanzó a defender el honor del Señor con el grito de ¡Quien como Dios!

 Igualmente nosotros, debemos cubrir cada ofensa con una reparación, cada mentira con una verdad, cada injuria con una alabanza, y si tenemos que poner en entredicho las ideas, palabras o actos de alguien, así lo haremos, porque ¡ya está bien que el Nombre del Señor sea pisoteado por infieles traidores!

 Tengamos en cuenta que si algún amigo, familiar o compañero, lleva una vida entregada al pecado y aun dándonos cuenta de esto no le advertimos por no molestarle, recaerá sobre nosotros la culpa de su condenación, porque es nuestra responsabilidad el dar testimonio. Sin embargo, si una vez dado dicho testimonio, no se nos escucha, habremos hecho lo debido, y aunque la persona en cuestión no haga caso y se condene, nosotros estaremos libres de cargo, y si llega a arrepentirse y salvarse, habremos ganado ya no solo un alma, sino un gran mérito para con Dios.

 No hay que tener piedad ni reparos en defender la Verdad en medio de todas las mentiras que los enemigos de la fe difunden para erradicar el Nombre de Dios y su Santa Iglesia de la faz de la tierra para negar a las almas el único camino de salvación posible. No hay que tolerarles ni lo más mínimo, y esforzarnos en defender por encima de todo la pureza de la fe y las costumbres.

 Luchemos contra los enemigos de la fe sin miedo, y no permitamos que nos manipulen empleando nuestra propia fe como arma arrojadiza. Conocer la fe es vital para evitar que los dobles sentidos y las malinterpretaciones que realicen de las Sagradas Escrituras nos dobleguen y nos hagan caer en el error.

 “El Catecismo dice así: Caridad es una virtud sobrenatural que nos inclina a amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.  (…)

La suma intransigencia católica es la suma católica caridad. Lo es en orden al prójimo por su propio bien, cuando por su propio bien le confunde y sonroja y ofende y castiga. Lo es en orden al bien ajeno, cuando por librar a los prójimos del contagio de un error desenmascara a sus autores y fautores, les llama con sus verdaderos nombres de malos y malvados, los hace aborrecibles y despreciables como deben ser, los denuncia a la execración común, y si es posible, al celo de la fuerza social encargada de reprimirlos y castigarlos. Lo es, finalmente, en orden a Dios cuando por su gloria y por su servicio se hace necesario prescindir de todas las consideraciones, saltar todas las vallas, lastimar todos los respetos, herir todos los intereses, exponer la propia vida y la de los que sea preciso para tan alto fin.

Y todo esto es pura intransigencia en el verdadero amor, y por esto es suma caridad, y los tipos de esta intransigencia son los héroes más sublimes de la caridad, como la entiende la verdadera Religión. Y porque hay pocos intransigentes, hay en el día pocos caritativos de veras. La caridad liberal que hay está de moda es en la forma el halago y la condescendencia y el cariño; pero es en el fondo el desprecio esencial de los verdaderos bienes del hombre y de los supremos intereses de la verdad y de Dios. (…)

Puede claramente el católico decir a su adversario liberal, que lo es.(…)

Dado que el Liberalismo es cosa mala, no es faltar a la caridad llamar malos a los defensores públicos y conscientes del Liberalismo. (…)

El lobo fue llamado siempre lobo a secas, y nunca se creyó hacer mala obra al rebaño ni a su dueño con llamarle y apostrofarle así. (…)

Si la propaganda del bien y la necesidad de atacar el mal exigen el empleo de frases duras contra los errores y sus reconocidos corifeos, éstas pueden emplearse sin faltar a la caridad. (…)

La ley de todo esto deben ser únicamente la oportunidad y la verdad. (…)

El Bautista empezó por llamar a los fariseos «raza de víboras». Cristo Dios no se abstuvo de apostrofarlos con los epítetos de «hipócritas, sepulcros blanqueados, generación malvada y adúltera», sin que creyese por ello manchar la santidad de su mansísima predicación. San Pablo decía de los cismáticos de Creta, «qua eran mentirosos, malos bestias, barrigones, perezosos». Al seductor Elimas Mago llámale el mismo Apóstol hombre lleno de todo fraude y embuste hijo del diablo, enemigo de toda verdad y justicia».(…)

«Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser vituperados lo más que se pueda. La caridad obliga a cada cual a gritar: «¡Al lobo!» cuando éste se ha metido en el rebaño, y aun en cualquier lugar en que se le encuentre.»  (…)

¿es conveniente el combatir el error, por más que sea error cebarse y encarnizarse en la personalidad del que lo sustentan? (…)

Sí, es conveniente, y no sólo conveniente, sino indispensable y meritorio ante Dios y ante la sociedad. (…)

Las ideas malas han de ser combatidas y desautorizadas, se las ha de hacer aborrecibles y despreciables y detestables a la multitud, a la que intentan embaucar y seducir. (…)

 No basta, pues, ladearse para evitar el tiro, no; lo primero y más eficaz es dejar inhabilitado al tirador. Así, conviene desautorizar y desacreditar su libro, periódico o discurso; y no sólo esto, sino desautorizar y desacreditar en algunos casos su persona. Sí, su persona, que este es el elemento principal del combate, como el artillero es el elemento principal de la artillería, no la bomba, ni la pólvora, ni el cañón. (…)

Sólo debe tenerse en cuenta que no se ponga en servicio de la justicia la mentira. Eso no; nadie en esto se salga un punto de la verdad.  (…)

¿De dónde ha sacado, pues, el Liberalismo la novedad de que al combatir los errores se debe prescindir de las personas, y aun mimarlas y acariciarlas?  (…)

¡Que hiera la espada del polemista católico, que hiera y que vaya derecha al corazón; que esta es la única manera real y eficaz de combatir! (…)

 El Papa, dicen, es cierto, ha recomendado diferentes veces a los periódicos católicos la templanza y moderación en las formas de la polémica, la observancia de la caridad, el huir las maneras agresivas, los epítetos denigrantes y las injuriosas personalidades. (…)

De consiguiente, es evidente que al dar tales consejos de moderación y templanza, los refirió a católicos que trataban con otros católicos cuestiones libres entre ellos; no a católicos que sostenían contra anticatólicos declarados el recio combate de la fe. (…)

Nunca en batalla alguna les encargó el capitán a sus soldados que no hiriesen demasiado al adversario; nunca les recomendó blandura con él; nunca halagos y consideraciones. La guerra es guerra; y nunca se hizo de otra manera que ofendiendo. Sospecha lleva de ser traidor el que en el fragor del combate anda gritando entre las filas de los leales: «¡Cuidado con que no se disguste el enemigo! ¡no  tirarle demasiado al corazón!»   (…)

El Papa recomienda la suavidad del estilo a los escritores católicos para que les ayude a conservar la paz y la mutua unión. Es así que esta paz y mutua unión sólo debe quererla el Papa entre católicos y católicos, y no entre católicos y enemigos del Catolicismo.

 (Del libro El liberalismo es Pecado, extractos de capítulos XXI, XXII, XXIII y XXIV. Descargar)

 Satanás y sus siervos se empeñan en silenciarnos, en vendernos el indiferentismo religioso y toda clase de herejías, irreverencias y aberraciones como algo agradable a Dios cuando de hecho no lo es. Ellos quieren acabar con la Iglesia, pero no debemos permitirlo. Debemos formarnos mientras podamos para constituir el último bastión que defienda de la Verdad de Cristo antes de que la apostasía arroye a la sociedad completa y se establezca en la tierra el reinado del Anticristo.

 Esta será nuestra Cruzada por Cristo, una cruzada por la Verdad, llevada a cabo con armas espirituales en la que lucharemos hasta el último aliento para que al Nombre de Cristo toda rodilla se doble, en el Cielo, en la tierra y en el abismo y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor.

Bandera Cruzada

 Vendrán tiempos difíciles, pero la Victoria es Nuestra. Cristo ya ha vencido.

EVANGELIO VIERNES 17 DE MAYO 2013

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 21,15-19.

Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»

Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.»
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.»

Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».

Palabra del Señor                      

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Lo que significó este evangelio para Pedro y la Santa Iglesia Católica constituida sobre los apóstoles se ha tratado en el evangelio del domingo 14 de abril de 2013, comentario que les recomendamos que visiten.

 En él, nos encontramos con la triple unción de Pedro como Pontífice de la Iglesia por parte de Cristo  mismo. Sin embargo, esta no ha sido la única vez que Cristo ha hablado sobre Pedro como pontífice.

 De entre las múltiples veces que Cristo le ha tratado como tal, destaca por encima de todas la siguiente:

 “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mt 16, 18)

 A ver, señores, ¿de dónde pues han sacado los protestantes que la Iglesia Católica no fue fundada por Cristo sino por un emperador romano? Esta afirmación va en contra del evangelio – que tanto defienden-, de la Verdad -que es única-, y de la propia historia de la humanidad –incluso de las versiones más ateas de la misma-. En estas mismas fuentes históricas, mundialmente aceptadas como verdaderas y aconfesionales, se puede leer que el protestantismo fue resultado de la herejía de un hombre allá por el siglo XVIII que quiso separarse de la Iglesia Católica para seguir sus propios criterios y que la Iglesia Católica data de la época de Cristo.

 ¡Estamos ciegos o qué!

 ¿A quién vamos a creer: a Cristo mismo, Hijo de Dios y Dios nuestro, o a un hereje iluminado de Satanás?

 Pero no nos equivoquemos, porque no solo los protestantes atacan a la Esposa de Cristo malempleando el Nombre de Dios para justificar sus herejías y pecados, sino que a día de hoy toda la sociedad se ha levantado en su contra inundando los medios sociales y de comunicación de masas de calumnias y lavando de tal forma las conciencias que las nuevas generaciones han sido vendidas por completo a Satanás, por todo el veneno inyectado en sus mente desde niños.

 El pecado colectivo quiere acallar la única voz que saca a la luz su delito, y por no ver descubiertas sus culpas son capaces de hacer lo que sea: desde silenciar, hundir, humillar y hasta asesinar a aquellos que proclaman la Verdad sin miedo, hasta atreverse a infiltrarse en la misma Iglesia Católica poniendo sus manos criminales sobre los bienes sagrados para destruir desde dentro con escándalos que ellos mismos provocan.

 Las múltiples ofensas y calumnias que se levantan por todas partes contra el Clero, la Jerarquía Católica, contra el Vaticano y el Sumo Pontífice, no tienen otro objetivo que hundir a la Iglesia Católica, para que así desaparezca lo único sagrado del mundo, la Esposa de Cristo, único medio de salvación para las almas.

 No permitamos que jueguen con nosotros con las falsas premisas de tolerancia, dialogo interreligioso y ecumenismo, que SOLO PRETENDEN PROFANAR LO SANTO. Y para los que crean que Dios está a favor del diálogo interreligioso, que lean el Antiguo Testamento, porque Dios no cambia, por mucho que digan esa blasfema frase de: “El Dios del antiguo testamento no me gusta, me gusta más el del nuevo, porque en el nuevo cambia todo”.

 ¡Necios! ¿No sabéis acaso que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre? ¿Qué sus  mandatos son eternos? ¿No ha dicho  mil veces Cristo que antes desaparecerá el cielo y la tierra que borrarse una sola tilde de la Ley? ¿Qué no venía a abolir la Ley, sino a dar cumplimiento?

 No permitamos que profanen nuestra fe, nuestros templos y nuestras casas bajo falsos pretextos, pues sus palabras son dulces al gusto pero amargas en las entrañas pues poseen un veneno mortal, que no podrá aniquilar la Iglesia porque Cristo la defiende, pero sí puede acabar con nuestra alma y arrastrarnos al fondo del infierno.

 Empapémonos de la buena doctrina, de la Doctrina Sagrada que Cristo entregó a sus apóstoles y de la que la Santa Iglesia Católica es Custodia (Descargar catecismos de la Iglesia católica). Recurramos a los Sacramentos para recibir el perdón de nuestros pecados y la gracia santificante que nos permitirá ser criaturas nuevas para el Reino de Dios. Mantengámonos constantes en la oración con el Santo Rosario, con la devoción a la Divina Misericordia, Via Crucis, Liturgia de las Horas, y demás tesoros santificantes de la Santa Iglesia.

 Amemos a la Santísima Virgen María de todo corazón, pues Cristo nos la ha entregado como Madre nuestra. Ella es medio seguro para llegar a Cristo, y como han afirmado grandes santos, y la Virgen misma: “Quien es fiel devoto de María JAMÁS caerá en herejía formal.”

 Es curioso ver como la Iglesia Católica es la única que venera a María, ya que todas las herejías de la historia han comenzado por odiarla a Ella, o no reconocer su gran Virtud para con Dios.

 Les recomendamos que se lean el libro Tratado para la verdadera devoción de la Santisima Virgen (Descargar) y El Secreto admirable del Santísimo Rosario (Descargar), que podeis descargar de forma gratuita accediendo a la zona de descargas o bien cliqueando en estos links para descarga directa.

  Que sepamos emplear todos los medios que Dios nos ha dado para mantenernos en la Verdad, el único camino seguro para salvar nuestra Alma.

LA CONJURACIÓN ANTICRISTIANA – CAPÍTULO IX

CAPITULO IX
LA FRANCMASONERIA ES LA QUE CONDUCE LA GUERRA CONTRA LA CIVILIZACION CRISTIANA

Después de la publicación de la Encíclica en la que León XIII denunció nuevamente al mundo, de que es la francmasonería la que conduce secretamente la guerra contra la Iglesia y todo el orden social, el Boletín de la gran Logia simbólica escocesa expresó en estos términos el pensamiento de la secta:

“La francmasonería no puede menos que dar las gracias al Soberano Pontífice por su última encíclica. León XIII, con una autoridad incuestionable y un con gran lujo de pruebas, demuestra, una vez más, que existe un abismo infranqueable entre la
Iglesia, de la cual él es el representante, y la Revolución, de la cual la francmasonería es el brazo derecho. Es bueno de que los que dudan dejen de mantener vanas esperanzas. Debemos todos habituarnos a comprender de que ha llegado el momento de ELEGIR entre el antiguo orden, que se sustenta en la Revelación y el nuevo orden que no reconoce otro fundamento que la ciencia y la razón humana, entre el espíritu de autoridad y el espíritu de libertad.”

Este pensamiento ha sido de nuevo expresado en el congreso masónico de 1902, por el orador encargado de pronunciar el discurso de clausura: “… ¿Qué es lo que nos separa? Nos separa un abismo, abismo que se cubrirá el día en que triunfe la masonería, obra incansable del progreso democrático y de la justicia social… Hasta el momento, no hay tregua, ni descanso, ni reconciliación, ni concesiones…Esta es la última fase de la lucha contra la Iglesia y las Congregaciones contra nuestra sociedad republicana y laica. EL ESFUERZO DEBE SER SUPREMO…”

Cuando la Iglesia sea derrotada, todo el resto caerá. También, La Lanterne, órgano oficioso de nuestros gobernantes y de la Francmasonería, no ha cesado de decir todos los días y en todos los tonos: “Antes que cualquier otra cuestión, antes que la cuestión social, antes que la cuestión política, debemos poner fin con la cuestión clerical. Es la clave de todo lo demás. El partido republicano y la República cometerían pronto el crimen de capitular, si disminuyésemos nuestra acción, si permitiésemos escapar al adversario. La Iglesia no permitirá que recomencemos la experiencia. Hoy en día Ella sabe que la República le será mortal, y si no la matamos, será Ella la que matará a la República. Entre la República y la Iglesia hay un duelo a muerte. Apresurémonos de aplastar al la infame, o renunciemos y dejemos que se ahoguen siglos de libertad.

Un hecho que acaba de pasar demuestra brevemente lo que será expuesto en la segunda y tercera parte de este libro, esto es: cómo es que la secta actúa para llegar a la realización de sus objetivos.

Una rebelión hecha bajo un pretexto vano ocurrida en Barcelona puso a la ciudad en estado de sitio… El instigador Ferrer es capturado. En vez de fusilarlo en el lugar, fue entregado al tribunal militar que lo condenó a muerte. El juicio fue ratificado. Falsas noticias fueron enviadas a todos los periódicos del país: Ferrer no ha sido juzgado según la ley. Su defensor fue detenido. El clero e inclusive el Papa están involucrados. “La mano sangrienta de la Iglesia, participó en todo el proceso, escribe La Lanterne; y los soldados del rey de España son los que ejecutan su voluntad.

Todo el mundo debiera rebelarse contra esta religión de asesinato y sangre.” Y aparece la caricatura de un sacerdote con un puñal en la mano. Amenazas de represalias, de asesinar al rey y al Papa llueven en Madrid y en Roma. Peticiones de protestas contra el juicio circulan en París, en Roma, en Bruselas, en Londres, en Berlín. Ferrer es ejecutado. De inmediato se levantan manifestaciones, algunas sangrientas, en todas las principales ciudades de Francia y en todos los países europeos.

Para colmo, se le rinde una especie de glorificación en las calles de París bajo la protección de la policía, con la participación del ejército, al canto de la Internacional.

Los gobernantes son interpelados en los diversos parlamentos, las protestas fueron apoyadas por los consejos departamentales, comunales. Cincuenta y siete ciudades en Francia deciden ponerle el nombre de Ferrer a alguna de sus calles.
Aquí vemos como la secta se denuncia a sí misma.

El consejo del Gran Oriente de París envió la orden a todas las logias y a todos los poderes masónicos del mundo, de que manifestaran su protesta contra la ejecución de Ferrer. La protesta reivindicaba que era uno de los suyos: “Ferrer era uno de los nuestros. El sentía que la masonería expresaba el más alto ideal que el hombre pueda realizar. El defendió nuestros principios hasta el final. Lo que él quiso alcanzar, es el ideal masónico.

“Ante la marcha del progreso indefinido de la humanidad se puso de pie una fuerza que detenta los principios y la acción cuyo objetivo es rechazar la noche de la edad media.”

El Gran-Oriente de Bélgica rápidamente reacciono a la manifestación del Gran-Oriente de Francia: “El Gran-Oriente de Bélgica, comparte los nobles sentimientos que inspiraron la proclama del Gran-Oriente de Francia, y se une, a nombre de las Logias belgas, a la protesta indignada que la Masonería universal ha enviado al mundo civilizado contra la sentencia inicua pronunciada y despiadadamente ejecutada contra nuestro Hermano Francisco Ferrer.”

El Gran-Oriente italiano y sin duda otros hicieron lo mismo: “Francisco Ferrer, honor de la cultura y del pensamiento modernos, incansable defensor de los ideales laicos, fue asesinado por orden de los Jesuitas, en el horrible calabozo de la fortaleza de Montjuich, donde todavía resuenan los gritos de innumerables víctimas…

Un estremecimiento de horror ha recorrido el mundo, y que, en un sublime espíritu de solidaridad humana, maldice a los autores conocidos y ocultos del asesinato y los condena a la execración y a la infamia.”

El comité central de la Liga masónica de los Derechos del Hombre, reunida en sesión extraordinaria el 13 de octubre de 1909, decidió levantar un monumento a la memoria de Ferrer “mártir del libre-pensamiento y del ideal democrático.” Invitó a todas las organizaciones de libre pensamiento a contribuir a la realización de este proyecto, y resolvieron levantarlo en Montmartre, frente a la iglesia del Sagrado Corazón.

La Francmasonería ha declarado, por tanto, en palabras y hechos de que ellos consideran y defienden a Ferrer como la encarnación del “ideal masónico”. ¿Cuál fue el ideal de Ferrer? El mismo lo dio a conocer en mayo de 1907 en la revista pedagógica Humanidad Nueva donde expuso los principios de la “Escuela moderna” que él había creado con muy poco dinero obtenido de un católico practicante y devoto.

“Cuando teníamos, hace seis años atrás, la gran alegría de abrir la Escuela Moderna de Barcelona, dimos a conocer que su sistema educativo sería racionalista y científico. Deseábamos prevenir al público que la ciencia y la razón eran los antídotos contra cualquier dogma, en nuestra escuela no enseñaríamos ninguna religión…

“Demostramos una vez más nuestra temeridad de ponernos francamente en frente de la omnipotencia de la Iglesia en España, y nos sentimos con el coraje de perseverar en nuestros proyectos.

“Sin embargo, es necesario hacer saber que la misión de la Escuela moderna no se limita solamente a hacer desaparecer de las inteligencias los prejuicios religiosos. A pesar de que estos prejuicios son los que se oponen a la emancipación intelectual de la mayoría de las personas, no vamos a conseguir con su desaparición, una humanidad libre y feliz, puesto que se puede concebir un pueblo sin religión, y también sin libertad.

“Si las clases obreras se liberasen de los prejuicios religiosos y conservasen la misma noción de la propiedad tal cual existe en la hora actual, si los obreros siguen  creyendo en la parábola de que siempre habrá pobres y ricos, si la enseñanza racionalista se contentase en difundir las nociones sobre la higiene y las ciencias y de preparar solamente buenos aprendices, buenos obreros, buenos empleados de todas las profesiones, continuaremos viviendo más o menos sanos y robustos con el modesto alimento que obtenemos con nuestro módico salario, si no dejasen de ser siempre esclavos del capital.

“La Escuela Moderna pretende, por lo tanto, combatir todos los prejuicios que se oponen a la emancipación total del individuo y adoptó, para este propósito, el racionalismo humanitario que consiste en inculcar a la juventud el deseo de conocer el origen de todas las injusticias sociales a fin de que las combatan por medio de los conocimientos que hayan adquirido.

“Nuestro racionalismo combate las guerras fratricidas, tanto internas como externas, la explotación del hombre por el hombre; lucha contra el estado de servidumbre en que actualmente la mujer se encuentra en nuestra sociedad; combate en una palabra, a todos los enemigos de la harmonía universal, como la ignorancia, la maldad, el orgullo y todos los vicios y defectos que dividen a los hombres en dos clases: los explotadores y los explotados.”

En una carta dirigida a uno de sus amigos, Ferre manifestó mejor aun el pensamiento de su escuela: “Para no asustar a las personas y no darle al gobierno un pretexto para que cierre mis establecimientos, yo les llamo “Escuela Moderna” y no “Escuela de Anarquistas”. Ya que el objetivo de mi propaganda es, lo admito francamente, formar en mis escuelas anarquistas convencidos. Mi deseo es llamar a la revolución. Por el momento, debemos sin embargo, contentarnos en introducir en el cerebro de la juventud el ideal de la agitación violenta. Ella debe aprender que contra los gendarmes y a la tonsura sólo hay un medio: los atentados con bomba y el veneno.”

El juicio llevó al descubrimiento, en el pueblo “Germinal” en que vivía, de documentos hábilmente ocultos en el subterráneo y con varias puertas de escape.

Estos documentos demostraban que él era el alma de todos los movimientos revolucionarios que se producían en España, después de 1872. Entre los documentos encontrados habían circulares como esta de 1892:

“Compañeros, seamos hombres, aplastemos a los infames burgueses… Antes de construir, debemos destruir todo… Entre los políticos, aquellos que apelen a vuestra humanidad, mátenlos… Debemos abolir todas las leyes… expulsar a todas las comunidades religiosas… Disolver los tribunales, el Ejército y la Marina… Derrumbemos las iglesias… Por último, de la mano misma de Ferrer, la siguiente nota: “Les adjunto una receta para fabricar bombas.”

Este es el hombre que la francmasonería presenta al mundo como representante de su IDEAL.

Pocos días después de la ejecución de Ferrer, el gabinete de Madrid se vio forzado a dimitir, los dirigentes del partido liberal y del partido democrático, obedeciendo sin duda a las instrucciones de la Logia, le hicieron saber al Sr. Maura que ellos hacían una obstrucción irreductible a toda medida, a cualquier proyecto que éste presentase. Sin embargo, en España, sin al menos dos tercios de los votos, todo puede siempre ser detenido y convertirse en legalmente imposible. El partido liberal y el partido democrático se negaron a concurrir, haciéndose imposible la administración. Esta dimisión puso contentos a los libres pensadores y ateos de toda Europa. L’Action dijo:

“¿Acaso no existe, en el mundo entero, un gran duelo que lo divide por entero, una lucha entre la Religión y el Libre Pensamiento, entre la Autocracia y la Democracia, entre el Absolutismo y la Revolución? ¿Existe acaso, un límite para la Iglesia y una patria para el Vaticano? ¿No es verdad que el drama de la humanidad se juega en torno a estas fuerzas internacionales que son las órdenes religiosas y las escuelas laicas? La caída del ministro Maura como también la ejecución de Ferrer, han sido uno de los episodios de este incesante drama.”

Ya nos hemos explayado lo suficiente sobre este asunto. Nada puede preparar mejor al lector para comprender lo que viene a continuación: la historia de la acción de la masonería en Francia durante los dos últimos siglos, la organización de la secta, sus medios de acción y procedimientos, y las posibles hipótesis sobre el resultado final de la lucha trabada por la sinagoga de Satanás y la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.

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Su titulo es EL LIBERALISMO ES PECADO, y pese a que el nombre pueda asustar de entrada a algunos, se trata de uno de los mejores libros de defensa de la fe que ha llegado a nuestras manos en los últimos tiempos. Cuenta con la aprobación de la Iglesia Católica, y ha sido alabado y recomendado por multitud de obispos y cardenales.

A continuación se incluyen los enlaces de descarga y unos fragmentos del mismo.

 

EL LIBERALISMO ES PECADO

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La verdad tiene una fuerza propia que comunica a sus amigos y defensores. No son éstos los que se la dan a ella; es ella quien a ellos se la presto. Mas a condición de que sea ella realmente la defendida. Donde el defensor, so capa de defender mejor la verdad, empieza por mutilarla y encogerla o atenuarla a su antojo, no es ya tal verdad lo que defiende, sino una invención suya, criatura humana de más o menos buen parecer, pero que nada tiene que ver con aquella otra hija del cielo. (…)

Esto sucede hoy día a muchos hermanos nuestros, víctimas (algunos inconscientes) del maldito resabio liberal. Creen con cierta buena fe defender y propagar el Catolicismo; pero a fuerza de acomodarlo a su estrechez de miras y a su poquedad de ánimo, para hacerlo (dicen) más aceptable al enemigo a quien desean convencer, no reparan que no defienden ya el Catolicismo, sino una cierta cosa particular suya, que ellos llaman buenamente así, como pudieran llamarla con otro nombre. (…)

Preferible es a un ejército de esos una solo compañía, un solo pelotón de bien armados soldados que sepan bien lo que defienden y contra quién lo defienden y con qué verdaderas armas lo deben defender. Denos Dios de esos, que son los que han hecho siempre y han de hacer en adelante algo por la gloria de su Nombre, y quédese el diablo con los otros, que como verdadero desecho se los regalamos. (…)

La Masonería lo ha decretado, y a la letra se cumple su programa infernal. Espectáculos, libros, cuadros, costumbres públicas y privadas, todo se procura saturar de obscenidad y lascivia; el resultado es infalible: de una generación inmunda, por necesidad saldrá una generación revolucionaria. (…)

 Y se encuentra uno, sin advertirlo, pensando y hablando y obrando a lo liberal; tal es la maléfica influencia de este envenenado ambiente que se respira. El pobre pueblo lo traga con más facilidad que nadie, por su natural buena fe. Lo traga en verso, en prosa, en grabado, en serio, en broma, en la plaza, en el taller, en el campo, en todas partes.

Este magisterio liberal se ha apoderado de él y no le deja ni un instante. (…)

 Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser vituperados lo más que se pueda. La caridad obliga a cada cual a gritar: «¡Al lobo!» cuando éste se ha metido en el rebaño, y aun en cualquier lugar en que se le encuentre.»(…)

 ¿Qué importa sea o no grande su mérito literario, si con este su mérito literario, nos asesina las almas que hemos de salvar? Lo mismo fuera guardarle consideración al bandido por brillo de la espada con que nos embiste, o por los bellos dibujos que adornan el fusil con que nos dispara. La herejía envuelta en los artificiosos halagos de una rica poesía, es mil veces más mortífera que la que sólo se da a tragar en los áridos y fastidiosos silogismos de la escuela. (…)

 Si un hombre ofende Al objeto de mi amor, no puedo recibir de él consuelo ni placer, y no puedo concebir que con amor ardiente y delicado hacia nuestro Salvador puedan gustar las obras de su enemigo. (…)

LA CONJURACION ANTICRISTIANA – CAPÍTULO VII

CAPITULO VII
QUÉ HACE Y QUÉ DICE DE NUESTROS DÍAS LA REVOLUCIÓN

Waldeck-Rousseau, en su discurso sobre la discusión de la ley de las asociaciones del 28 de octubre de 1900 en Toulouse, planteó en estos términos la atención que tenía pendiente a Francia y al mundo entero sobre lo que sucedía en el país: “En este país, cuya unidad moral, su fuerza y su grandeza, que se forjó a través de los siglos, crecen sin conocerse dos juventudes – separadas menos por su condición social que por la educación que reciben – que un día se encontrarán y no se reconocerán con el riesgo de no comprenderse. Poco a poco se han ido formando dos sociedades diferentes – una, cada vez más democrática, arrastrada por la corriente de la Revolución; y otra, cada vez más imbuida de las doctrinas que se creían no habían sobrevivido al gran movimiento del siglo XVIII – destinadas un día a chocar.”

Lo constatado en las palabras de Waldeck-Rousseau es verdadero. Hay en efecto en nuestra Francia, no sólo dos juventudes, sino que dos sociedades. Ellas no advierten este choque futuro, que tomará algún tiempo en producirse. Esta división del país se remonta más atrás en el tiempo que lo que le asigna Waldeck-Rousseau, más allá del siglo XVIII. Ya se veía surgir en el siglo XVI, en los grandes esfuerzos que hicieron los protestantes en construir una nación dentro de la nación.

Para encontrar la unidad moral, que a través de los siglos formó la fuerza y la grandeza de nuestra patria, y que Waldeck-Rousseau lamenta, es necesario remontarse aún más lejos. Fue con el Renacimiento que comenzó la división ideológica y
moral, continuando cristiana en unos, y volviendo al paganismo en otros. Pero después de más de cuatro siglos, el espíritu del Renacimiento no ha podido aún triunfar sobre el espíritu del cristianismo y rehacer en sentido opuesto la unidad
moral del país. Ni las violencias, perfidias y traiciones de la Reforma; ni la corrupción de los espíritus y de los corazones emprendida por el Filosofismo; ni las confiscaciones, los exilios y masacres de la Revolución, pudieron acabar con las doctrinas y las virtudes con que el cristianismo empapó el alma francesa durante catorce siglos. Napoleón vio siempre este espíritu cristiano de pie sobre las ruinas amontonadas por el terror revolucionario, y no encontró nada mejor que dejarlas
vivir, negándole, no obstante, los medios para restaurar plenamente la civilización cristiana. Por lo tanto, a pesar de diversas las vicisitudes, este conflicto señalado por Waldeck-Rousseau, se mantuvo no tanto por la diversidad de las clases sociales
sino que más bien por las educacionales: la educación universitaria fundada por Napoleón y la educación cristiana que se mantuvo en la enseñanza libre.

Siempre la Iglesia ha sido firme en su enseñanza de que la verdadera civilización es la que corresponde a la verdadera condición del hombre, y esa es la que responde al destino dado por Dios y al cual el Redentor volvió posible; por lo tanto,
la sociedad debe constituirse y gobernarse de manera tal, que favorezca todos los esfuerzos hacia la santidad.

Y la Revolución, en cambio, siempre continúa diciendo que el hombre sólo tiene un fin terrenal, y que la inteligencia sólo está para satisfacer sus apetitos; y que por lo tanto, la sociedad debe estar organizada de tal suerte, que el hombre obtenga la mayor suma posible de satisfacciones mundanas y placeres carnales.

Esto no es solo una división, sino que es un conflicto; conflicto que se hizo patente desde el Renacimiento, pero un conflicto sordo que viene desde los orígenes del cristianismo; desde el día en que la Iglesia se esforzó en propagar la verdadera
civilización se encontró en frente de sí con la resistencia de los malos instintos de la naturaleza humana.

“Tenemos que ponerle fin a esto, decía Raoult Rigault, llevemos a los rehenes al paredón para ejecutarlos, ya son dieciocho siglos, es la hora de terminar con esto”.

¡Hay que ponerle fin! Esta era el lema del Terror1, era la voz de la Comuna. Es la voz de Waldeck-Rousseau. Ambas juventudes, ambas sociedades deberían enfrentarse en un conflicto supremo; una arrastrada por la avasalladora corriente de
la Revolución, la otra impulsada y sostenida por el soplo del Espíritu Santo contra las olas revolucionarias.

Es necesario el triunfo de uno sobre el otro.

Sabemos por experiencia, que la secta de Waldeck-Rousseau ha empleado a sus agentes para lograr sus objetivos, aunque con medios menos sanguinarios que los de 1793, porque los considera más eficaces.

La primera de esas medidas, fue la aniquilación de las congregaciones religiosas.

Waldeck-Rousseau, en el discurso de Toulouse, explicó en estos términos la razón de darle prioridad a la ley contra las congregaciones religiosas: “Este hecho (la coexistencia de dos juventudes, de dos sociedades) no se explica por el libre juego de las opiniones: este supone un sustrato de influencias que antes estaban ocultas pero que ahora son más visibles, es un poder que ya no es oculto, y que constituye dentro del Estado una potencia (un poder) rival”. Este sustrato de influencias, esta potencia rival, que Waldeck-Rousseau denunció, se encontraban según él, en las congregaciones religiosas. “Esta, decía, es una situación intolerable y todas las medidas administrativas utilizadas hasta ahora han sido incapaces de eliminar. Todos los esfuerzos serán inútiles mientras no haya una legislación racional, eficiente, que reemplace a tanta legislación ilógica, arbitraria e ineficaz”.

Esta legislación eficaz, Waldeck-Rousseau, nos la obtuvo con el apoyo del Parlamento. Esta ley de asociaciones fue largamente estudiada y preparada en las logias para lograr sus objetivos; ha sido aprobada y promulgada sin trabas en todos
sus puntos, y perfeccionada posteriormente con un conjunto de órdenes, decretos y medidas que parecen ya no dejar más en Francia un refugio para la vida monástica y la enseñanza religiosa.

Sin embargo, la aniquilación de las congregaciones no es el punto final del conflicto. Waldeck-Rousseau lo sabe muy bien. Puso mucho cuidado en decir que la “ley de asociaciones es sólo el punto de partida”. Y supongamos que las congregaciones
religiosas no tuviesen ninguna esperanza en ser restablecidas: sería ingenuo pensar que el cristianismo se acabaría con ello. Detrás de sus batallones está la Santa Iglesia Católica. La Iglesia enseña, no sólo a las congregaciones, sino a todos los cristianos y a todos los hombres: “El fin último no está aquí abajo; deben aspirar hacia lo alto”. Es a Ella cuando Waldeck-Rousseau re refiere a ese sustrato de influencias que no ha dejado de actuar desde hace dieciocho siglos. Es a Ella a quien se debe eliminar para matar los ideales cristianos. Waldeck-Rousseau sabe, y es esa la razón por la que presentó la ley como siendo apenas el punto de partida.

“La ley de asociaciones es, a nuestro juicio, el punto de partida de la mayor y más libre evolución social, y también la garantía indispensable de las prerrogativas más necesarias de la sociedad moderna”.

Una EVOLUCIÓN SOCIAL. Aquí es donde Waldeck-Rousseau reconoce la intención de la ley propuesta a la aprobación del Parlamento, y que ahora está vigente.

La buscada evolución social que vemos en todo este proceso, dejaría sin esperanza de retorno a las vías de la civilización cristiana, y sería el camino para la instauración de la civilización pagana.

¿Cómo se puede entender que la destrucción de las congregaciones religiosas sea el punto de partida para todo este proceso?
¡Ah! Esto se debe a que la mera presencia de los religiosos en medio de la sociedad constituye una continua predicación cristiana para no perder de vista cuál es el fin último del hombre, el objetivo principal de la sociedad y la naturaleza de
lo que debe ser la verdadera civilización. Ya con el sólo hecho de vestir un traje especial en medio del mundo, le dicen a las multitudes de que somos creados para el cielo y que en la búsqueda de ese fin debemos emplear nuestros esfuerzos. A
esta predicación silenciosa se añade la de sus obras, para cuya dedicación no requieren de recompensa aquí en la tierra y cuyo desinterés nos enseña que existe una recompensa mucho mayor que todos deben ambicionar. Al fin y al cabo su
enseñanza en las escuelas y en los púlpitos no cesa de extenderse en las almas de los niños, para crecer en los corazones de los adultos, propagando en todas las direcciones, la fe en los bienes eternos. Nada que se oponga más directamente y más
eficazmente al restablecimiento del orden social pagano. No hay nada que necesite de una más inmediata desaparición, para la resurrección de ese proyecto (restablecimiento del orden social pagano) buscado desde hace cuatro siglos. Cuanto mayor sea el tiempo de permanencia de los religiosos, cuanto más actúen, cuanto más enseñen, hay y habrá no solamente dos juventudes, sino que dos Francia, la Francia católica y la Francia masónica, teniendo cada una un ideal diferente e incluso opuesto, luchando entre sí y buscando su propio triunfo. Y como la masonería y el catolicismo, se extienden por el mundo entero, en todas partes las dos ciudades estarán involucradas, en todo tiempo y lugar en la misma batalla. Por todas partes se le ha declarado la guerra a las órdenes religiosas, y el lema en todo el mundo es ir a la caza de ellas, de destruirlas. Son las leyes, los decretos que la francmasonería ha promulgado contra ellas, en todos los países, no sólo en el siglo XIX.

Pero la destrucción de la vida monástica no es ni puede ser, como dice Waldeck-Rousseau, sino que “el punto de partida”. Después de los religiosos quedan los sacerdotes, y si los sacerdotes se dispersan, continuará la Iglesia, como en los tiempos de las catacumbas, manteniendo la fe en un cierto número de familias y en cierto número de corazones, en un momento para otro, la fe atraerá a los sacerdotes y a los religiosos, como lo hizo en 1800.

Pero tiene que haber algo más.

En primer lugar, acabar sometiendo a la Iglesia, para luego, destruirla. Se intenta primero someterla por “la aplicación estricta del Concordato”; y luego, destruirla por la ley de separación de la Iglesia y del Estado.

Mientras más rigurosa era una observancia religiosa, más excitaba la cólera del humanismo. (L’Eglise et les Origines de la Renaissance, par Jean Guéraud, page 305) Los enciclopedistas tenían respecto a las Órdenes religiosas los mismos sentimientos que los humanistas.

El 24 de marzo de 1767, Federico II, rey de Prusia, escribió a Voltaire: “He observado, y otros lo han hecho como yo, que el pueblo es el que más ciegamente está comprometido con la superstición (el cristianismo). No cabe duda de que si tenemos éxito en la destrucción de estos asilos de fanatismo, el pueblo se convertirá en un foco de indiferencia y tibieza frente a estos objetos que actualmente son de su veneración. Procedamos a destruir los claustros, al menos empecemos a reducir su número…”