TESTIMONIO – Caí en falta, ahora asumo lo ocurrido.

«Caí en falta, ahora asumo lo ocurrido y espero no perder lo más sagrado que es la salvación eterna.»

«Desde que estabas en el seno materno, yo te llamé y te escogí para…» Dios sin merecerlo se ha fijado en mi y despues de años de ires y venires, arriesgando por Él me llamó a la vida religiosa, agustino-recoleta, por diez años.

Como dice San Agustín, no juzgues a tu hermano, pues tal vez te equivoques o caigas primero.

De nadie me he burlado o juzgado, sencillamente caí en una falta que para la Iglesia es causa de separación o reduccion, respecto a las normas del derecho humano, pues creo que Jesucristo no piensa así.

Fui reducido al nivel de los internos en alguna penitenciaria. despues de 25 meses, la obra de Dios a traves de San Juan Pablo II , la Madre Laura Montoya y otros interecesores hicieron posible una libertad condicional.

Ahora asumo lo ocurrido y espero  no perder lo mas sagrado que es la Salvacion Eterna.

A mi juicio personal el papa con todo y su autoridad debiera tener una palabra menos dura, de perdon -pues le hemos servido a la iglesia- para con los eclesiaticos caidos. Entiendo su dolor por aquello del escandalo, pero si ustedes no se han equivocado o mejor la gran mayoria de los elegidos, es porque Dios no se lo ha permitido con su gracia y seguramente son hombres mas buenos que los poquitos irreverentes del numero en pecado.

Gracias amigos de la Cruzada por Cristo, por lanzar esta iniciativa y espero no ser el primero en inaugurar esta iniciativa.

Amo a Cristo y creo en su misericordia. si la pecadora con los otros ejemplos del evangelio, no hubieran sido perdonados, para que esta  el amor en el perdon, la justicia en la caida, y la indulgencia de corazon. 

Dios nos bendiga. 

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Que este testimonio que uno de nuestros hermanos ha compartido, nos haga recuperar la importancia de aceptar la propia debilidad y caída en pecado, como primer paso para una verdadera contrición y conversión de nuestros corazones, implorando el auxilio Divino y su Gracia Santificante por medio de la oración perseverante y la recepción asidua de los sacramentos, especialmente la Confesión, donde Nuestro Señor espera impaciente para poder decirnos de boca del sacerdote:

«Tus pecados son perdonados. Ve y en adelante no peques más»

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