CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS (2 DE NOVIEMBRE)

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

PURGATORIOLos fieles difuntos, a quienes recordamos en esta fecha y también durante este mes de Noviembre, son aquellas personas que nos han precedido en el paso a la eternidad, y que aún no han llegado a la presencia de Dios en el Cielo.

 Son almas que han sido fieles a Dios, pero que se encuentran en estado de «purificación» en el Purgatorio, en el cual están como «inactivos»; es decir, ya no pueden «merecer» por ellos mismos. Por esta razón, es costumbre en la Iglesia Católica orar por nuestros difuntos y ofrecer Misas por ellos, como forma de aliviarles el sufrimiento de su necesaria purificación antes de pasar al Cielo. (Ver CIC #1031-32 y 2Mac.12,46)

 El recuerdo de nuestros seres queridos ya fallecidos nos invita también a reflexionar sobre lo que sucede después de la muerte; es decir, Juicio: Cielo, Purgatorio o Infierno.

 Primero hay que recordar que la muerte es el más importante momento de la vida del hombre: es precisamente el paso de esta vida temporal y finita a la vida eterna y definitiva. También hay que pensar que la muerte no es un momento desagradable, sino un paso a una vida distinta. Bien dice el Prefacio de Difuntos: «la vida no termina, se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna». Por lo tanto, la muerte es un paso al que no hay que temer.

 Sabemos que fuimos creados para la eternidad, que nuestra vida sobre la tierra es pasajera y que Dios nos creó para que, conociéndolo, amándolo y sirviéndolo en esta vida, gozáramos de El, de su presencia y de su Amor Infinito en el Cielo, para toda la eternidad.

 De las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única que no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas, permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente. La única opción posterior que tienen es la felicidad eterna en el Cielo.

 Sin embargo, la purificación en el Purgatorio es «dolorosa». La Biblia nos habla también de «fuego» al referirse a esta etapa de purificación. «La obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer … El fuego probará la obra de cada cual … se salvará, pero como quien pasa por fuego» (1a. Cor. 3, 13-15).

 Y nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Los que mueren en la gracia y amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo». (#1030)

 La purificación es necesaria para prepararnos a la «Visión Beatífica», para poder ver a Dios «cara a cara». Sin embargo, el paso por la purificación del Purgatorio ha sido obviado por algunos. Todos los santos -los canonizados y los anónimos- son ejemplos de esta posibilidad.

 ¡Es posible llegar al Cielo directamente, pero hay que esforzarse mucho para ello! Y, además, es deseable obviar el Purgatorio, ya que no es un estado agradable, sino más bien de sufrimiento y dolor, que puede ser corto, pero que puede ser también muy largo. Por eso es aconsejable aprovechar las posibilidades de purificación que se nos presentan a lo largo de nuestra vida terrena, pues el sufrimiento tiene valor redentor y efecto de purificación. Al respecto nos dice San Pedro, el primer Papa:

 «Dios nos concedió una herencia que nos está reservada en los Cielos … Por esto debéis estar alegres, aunque por un tiempo quizá sea necesario sufrir varias pruebas. Vuestra fe saldrá de ahí probada, como el oro que pasa por el fuego … hasta el día de la Revelación de Cristo Jesús, en que alcanzaréis la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas» (1a.Pe. 1, 3-9).

LECTURAS JUEVES 4 DE SEPTIEMBRE 2014

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 3,18-23.

Hermanos:

¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: El sorprende a los sabios en su propia astucia, y además: El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos.

En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes:

Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes,

porque él la fundó sobre los mares,

él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias y puro el corazón;

el que no rinde culto a los idolos.

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 5,1-11.

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.

Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes».

Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes».

Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.

Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».

El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres».

Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor

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En la actualidad, como en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, son muchos los que gustan de oír la Palabra de Dios, pero son realmente pocos los que la ponen en práctica.

Hemos oído mil veces que Dios nos quiere SANTOS, y que si seguimos sus enseñanzas con buena voluntad, Él nos dará las gracias necesarias para serlo y podamos participar un día de la dicha eterna de su Reino.

Sin embargo, como dice muy acertadamente San Luis de Monfort:

“Somos, por naturaleza, más soberbios que los pavos reales, más apegados a la tierra que los sapos, más viles que las cabras, más envidiosos que las serpientes, más glotones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas”.

Ciertamente, somos de todo menos santos.

Existe una soberbia innata en nosotros que nos hace creernos, no ya solo dueños de nuestra vida aun cuando somos criaturas del Señor y propiedad suya, sino también, totalmente autosuficientes y capaces de superar cualquier dificultad que se nos ponga por delante con nuestras propias fuerzas, sin contar con Dios para nada.

Y así sucede, que sólo cuando las circunstancias nos superan reconocemos nuestra propia debilidad, incapacidad e impotencia y acudimos a Dios a pedirle auxilio con incesantes oraciones, que curiosamente si éstas son escuchadas, atribuimos el éxito a nuestra propia actuación, a la de un tercero o a un simple golpe de suerte, y será solo si no obtenemos lo deseado cuando nos acordemos de Nuestro Señor reprochándole que no nos atienda como es debido.

¡Vaya necedad la nuestra! Obramos sin consultar al Señor, lo que nos viene en gana al margen de sus mandatos y consejos, desoyendo la mayoría de las veces sus advertencias y finalmente tenemos la arrogancia de culparle porque no obtuvimos el resultado esperado.

Entendamos lo que dice el salmo 126:

“Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores. Si el Señor no vigila la ciudad, en vano se cansan los centinelas”.

¡Cómo aprendió la lección San Pedro tras darse cuenta de que su pesca únicamente fue fructífera cuando lanzó las redes por mandato de Cristo!

Inmediatamente se arrojó a sus Pies, reconociendo que del Señor es la tierra y cuanto la llena, y de él únicamente sus culpas y pecados.

Dios quiera que como san Pedro seamos capaces de humillarnos ante Él y ante sus ministros en el sacramento de la confesión, y reconociéndonos pecadores asumamos que la única sabiduría humana realmente sabia –si nos permiten la redundancia- es la que enseña a obrar en el temor de Dios, es decir, a cumplir la voluntad de Dios en todo momento y que nos duela de corazón ofenderle por ser Él quien es.

Pidamos en este día al Señor que por intercesión de la Bienaventurada Siempre Virgen María nos conceda un corazón puro y manos inocentes dispuestas a poner en práctica cada sentencia salida de la boca del Señor, para mayor Gloria Suya y salvación de las almas.

BEATO TOMÁS DE KEMPIS (30 DE AGOSTO)

BEATO TOMÁS DE KEMPIS

TOMÁS DE KEMPISTomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.

En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dio cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.

Kempis se reunió con un grupo de amigos en una asociación piadosa llamada «Hermanos de la Vida Común», y allí se dedicaron a practicar un modo de vivir que llamaban «Devoción moderna» y que consistía en emplear largos ratos de oración, la meditación, la lectura de libros piadosos y en recibir y dar dirección espiritual, y dedicarse cada uno después con la mayor exactitud que le fuera posible a cumplir cada día los deberes de su propia profesión.

Los que pertenecían a esta asociación hacían progresos muy notorios y rápidos en santidad y la gente los admiraba y los quería.   Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la paz de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado de sacerdote en el año 1414.

Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.   Dos veces fue superior de la comunidad de canónigos en su ciudad.

Bastante tiempo estuvo encargado de la formación de los novicios. Después lo nombraron ecónomo pero al poco tiempo lo destituyeron porque su inclinación a la vida espiritual muy elevada no lo hacía nada apto para dedicarse a comerciar y a administrar dineros y posesiones. Su alma va pasando por períodos de mucha paz y de angustias y tristezas espirituales, y todo esto lo irá narrando después en su libro portentoso.

En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: «Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre» (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte).

No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos.Entre la redacción de un libro la siguiente pasaron bastantes años.

El libro Primero de la Imitación de Cristo narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quien desea hacerse santo, entre los cuales está como principal «la sirena» de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gustos al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer librito es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.

El libro segundo. Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imagina le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la Imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.

Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido mas alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de las ayudas de Dios. Ha crecido en humildad y exclama: «Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?». Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria feliz.

El libro cuarto de la Imitación está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este librito para prepararse o dar gracias cuando comulgan.

Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir La Imitación de Cristo. De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este librito ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales.

Puede ser el que Kempis ha logrado comprender sumamente bien la persona humana con sus miserias y sus sublimes posibilidades, con sus inquietudes y su inmensa necesidad de tener un amor que llene totalmente sus aspiraciones.

Este libro está echo para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.

Descargue gratis el libro «Imitación de Cristo» pulsando aquí o accediendo a la zona de descargas.

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Tomás de Kempis para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Beato Tomás de Kempis, ruega por nosotros.

LECTURAS VIERNES 29 DE AGOSTO 2014 – MEMORIA DEL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

Lectura del Libro del profeta Jeremías 1,17-19.
En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos.
Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-«.
Palabra de Dios

Salmo Responsorial 71(70),1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17.
Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.

Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 6,17-29.
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano».
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor

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Hoy celebramos el martirio de San Juan Bautista, no solo el más grande de los profetas, sino el más grande de los nacidos de mujer – como dijo nuestro Señor.

Adelantó su fe a su propio nacimiento, reconociendo al Salvador desde el vientre de su madre al escuchar la dulce voz de la Santísima Virgen María acercándose a ellos, dando cumplimento a las palabras del salmista.

En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.

Toda su vida se entregó a la penitencia y oración, cuando llegó el momento le llegó la Palabra de Dios – En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. (…) Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-«- y comenzó a bautizar en el desierto haciendo un llamamiento a la conversión sincera para preparar los corazones a la venida del Señor.

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación.

Y precisamente, intentando salvar el alma de Herodes, de su concubina Herodías, y de todo el pueblo que podía influenciarse por su conducta, recibió el peor castigo humano y el mayor de los honores para un siervo de Dios: el martirio.

Meditemos en este día la vida de este gran Santo y pidámosle al Señor que nos conceda un corazón puro, ardiente de celo, mortificado y fiel como el suyo, para que podamos narrar las maravillas del Señor.

LECTURAS LUNES 25 DE AGOSTO 2014

Lectura de la Segunda Carta del Apostol San Pablo a los Tesalonicenses 1,1-5.11b-12.
Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios, nuestro Padre y al Señor Jesucristo.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
Hermanos, siempre debemos dar gracias a Dios a causa de ustedes, y es justo que lo hagamos, porque la fe de ustedes progresa constantemente y se acrecienta el amor de cada uno hacia los demás.
Tanto es así que, ante las Iglesias de Dios, nosotros nos sentimos orgullosos de ustedes, por la constancia y la fe con que soportan las persecuciones y contrariedades.
En esto se manifiesta el justo Juicio de Dios, para que ustedes sean encontrados dignos del Reino de Dios por el cual tienen que sufrir.
Pensando en esto, rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe.
Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios              

Salmo Responsorial 96(95),1-2a.2b-3.4-5.
¡Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
Día tras día, proclamen su victoria.

Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza,

más temible que todos los dioses.
Los dioses de los pueblos
no son más que apariencia,
pero el Señor hizo el cielo;

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 23,13-22.

«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

Palabra del Señor
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El elogio de San Pablo a los buenos pastores y no solo a ellos, a las buenas comunidades de creyentes que se formaban en torno a las primeras parroquias a medida que se anunciaba el Evangelio por el mundo, contrasta con el reproche que Nuestro Señor lanza a los escribas y fariseos que debían conducir al pueblo por el camino de la santidad y en lugar de ello lo estaban haciendo más reo del infierno de lo que ya era.

Y esto no es algo anecdótico del pasado.

Tristemente, a día de hoy la apostasía ha hecho mella en la Santa Iglesia y muchos eclesiásticos se han dejado arrastrar por ella.

Es innegable que la situación tiende a peor día tras día.

Ya no se anuncia la verdad salvífica, no se nombran las postrimerías (la muerte, el juicio y el infierno) ni se prepara para ellas, y se hace creer a la gente que es salva cuando en realidad caminan directas a su perdición eterna.

Pero no solo los eclesiásticos son culpables de esto. La tibieza se ha instalado en toda la comunidad eclesial, y sin ejemplos de santidad, el amor a Dios se enfriará hasta terminar desapareciendo en nuestras vidas.

Muchos dirán que no pueden hablar claro porque molestarían al prójimo, y que por caridad es mejor callar. Pero díganme, ¿De qué sirve consolar con una mano al prójimo cuando con la otra se le empuja al abismo por negarle la verdad que puede salvarle?

¿No es acaso más caritativo intentar salvar su alma aunque duela?

Aunque se pueda ocasionar un enfado temporal en alguien –pues poca gente soporta escuchar que va directa a su condenación sin rebelarse- si finalmente hace caso, le aseguramos que le estará eternamente agradecido. Sobra decir, que despreciar la verdad teniéndola al alcance hará que eternamente se martirice por no haberle escuchado.

No teman dar testimonio. A tiempo y a destiempo.

Si usted que lee esto no lo hace, en poco tiempo nadie lo hará.

Cuente su vida, hable de su conversión con sus amigos y conocidos. Si tiene dificultades o dudas de fe, busque ayuda en un sacerdote santo –que gracias a Dios todavía quedan- o en algún consagrado/a con fama de santidad.

No tema dar testimonio.

Organice en su parroquia grupos de oración, recen el Santo Rosario. Imprímanse los catecismos antiguos de la Santa Iglesia Católica y estúdienlos, para poder comprender las Santas Escrituras, den y exijan solemnidad en las Eucaristías y siempre que puedan adoren el Santísimo Sacramento. Valoren la confesión sacramental y den a conocer la importancia de la misma…

A sus hijos, a sus padres, a su pareja, a su mejor amigo, a sus compañeros, en su parroquia, en su trabajo… Son miles las cosas que se pueden hacer y no se hacen porque no hay quien las haga.

Con tu pequeño grano de arena podrás salvar almas.

¡Por una sola alma Cristo derramaría de nuevo toda su Sangre!

Y tú, ¿qué harías por Él?

LECTURAS DOMINGO 26 DE AGOSTO 2014

Lectura del Libro del Profeta Isaías 22,19-23.
Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo.
Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías; lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 138(137),1-2a.2bc-3.6.8bc.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.
y daré gracias a tu Nombre

por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
El Señor está en las alturas,

pero se fija en el humilde
y reconoce al orgulloso desde lejos.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!

Lectura de la Carta del Apostol San Pablo a los Romanos 11,33-36.
!Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!
¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?
¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido?
Porque todo viene de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.

Palabra de Dios

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 16,13-20.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?».
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y a ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Palabra del Señor

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A San Pedro, tras haber confesado la Divinidad de Cristo y creído en Él de corazón, el Señor le reveló la misión que él debía cumplir en esta tierra como cabeza de su Santa Iglesia Católica.

Es así como el primer paso para el seguimiento de Cristo es la fe, que es gracia divina. Pero los cristianos no debemos conformarnos con esto. Nuestra fe debe ser fecunda, y por ello, no ha de quedarse en teorías sino que nos ha de impulsar a expresarla en un cambio de vida fundamentado en dicha fe. Sin miedos ni complejos.

Desde la elección de estado, de trabajo, como en los pequeños detalles de cada día, debemos preguntarle: Señor, ¿Qué quieres de mí? ¿Qué puedo hacer por ti? ¿esto te agrada?

Y al igual que Pedro, obtendremos una respuesta ya que el Señor no abandona a los que realmente quieren seguirle de corazón.

Nos dará las luces necesarias para conocer su voluntad para con nosotros y la gracia para ponerla por practica.

Porque que no nos quepa duda. Dios nos ha creado con una misión en este mundo que solo nosotros podemos realizar. Cada situación, aun las más difíciles, nos llega por un motivo, por una razón superior que supera a nuestro entendimiento y no hay que pararse con conjeturas, sino aceptar lo que venga, cambiar lo que se pueda y ofrecer viviendo con resignación lo que no.

¡Qué insondables son tus designios , Señor, y qué incomprensibles tus caminos!

Ayúdame en este día a comprender y a seguir siempre tu voluntad.
Me postraré ante tu santo Templo, y daré gracias a tu Nombre.
¡no abandones la obra de tus manos!

LECTURAS DOMINGO 17 DE AGOSTO 2014

Lectura del Libro de Isaías 56,1.6-7.
Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.
Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.

Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
Que los pueblos te den gracias, oh Dios,

que todos los pueblos te den gracias.
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.

Lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos 11,13-15.29-32.
A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos.
Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?
Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables.
En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia.
De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia.
Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.

Palabra de Dios

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 15,21-28.
Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio».
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos».
Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!».
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los perros».
Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los perros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!».
Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.
Palabra del Señor

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En la primera lectura, el profeta Isaías exhorta al pueblo judío a mantenerse fiel a la alianza, ya que había sido escogido por Dios como el linaje del que nacería el Mesías, para abrir las puertas del Cielo a precio de su Sangre, y para anunciar el camino de salvación, primero a los judíos.

Las órdenes eran claras: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».

Así, se entiende perfectamente como ante la mujer pagana que le busca para que libre a su hija de la esclavitud a la que Satanás la tenía sometida, el Señor se niegue rotundamente a ofrecerle su ayuda:

«No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los perros».

(Recordemos bien esta frase de labios de Nuestro Señor como reprimenda a quienes osen recibir indignamente en pecado mortal la Santa Comunión. No debe profanarse lo sagrado ni permitir su profanación de ningún modo.)

Sin embargo, el corazón contrito de esta pagana, que tras haberse nutrido de las migajas del pueblo judío, supo reconocer a Cristo y creer en Él como Salvador de la humanidad, conmovió el Corazón del Señor e hizo que se adelantase el cumplimiento de la profecía de Isaías, de la conversión de los paganos que se produciría, como bien explica San Pablo, tras el desprecio total de los judíos hacia Aquel que estaban esperando desde la Caida.

El mismo apóstol exhorta al pueblo judío a convertirse de su obstinación y desprecio a Dios, con la esperanza de salvar a algunos de ellos.

Ellos que en su tiempo fueron el pueblo elegido, por su necedad perdieron el beneplácito del Cielo convirtiéndose en enemigos de Dios y la fe. Igualmente, no creamos que por el mero hecho de considerarnos católicos seremos salvos, pues si dejamos de lado la voluntad de Dios seremos arrojados de su Reino junto con todos los demás réprobos.

Ofrezcamos nuestras oraciones al Señor por nuestra conversión y la conversión de todos los paganos, herejes y cismáticos a la verdadera y única fe de Cristo que custodia sin mácula la Santa Iglesia Católica.

EVANGELIO MARTES 15 DE JULIO 2014

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».

Palabra del Señor

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Para meditar este evangelio, podemos plantearnos:

¿Cuantas cosas ha hecho Dios por nosotros en nuestra vida? Seguramente muchas más de las que somos conscientes. A parte de lo particular de cada uno, a grandes rasgos debemos considerar que:

En primer lugar hemos permanecido con vida hasta el día de hoy, siendo que muchos han muerto mucho más jóvenes que nosotros y aun antes de nacer.

En segundo lugar, hemos nacido en una familia católica, o hemos tenido la gracia de encontrar a Cristo en nuetras vidas, cuando tantos y tantos andan perdidos buscando la verdad sin hallarla.

Y en tercer lugar, el Señor ha sido misericordioso con nosotros al no permitir que la muerte nos alcanzase cuando todavía vivíamos en pecado y nos diese la oportunidad de la conversión.

Son infinitas las gracias espirituales que hemos recibido del Señor.

¿Por qué entonces nos resistimos a la conversión plena, a dar nuestra vida entera por el Señor dejando atrás este mundo de pecado y los criterios de la carne?

Conviertete hoy mismo de tu mala conducta, y sométete a la Voluntad del Señor con oración, ayuno y penitencia,  porque hoy mismo Él te dice:

«¡Ay de ti! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.

Y tú, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.  Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú»

 

 

PREPARANDO UNA BUENA MUERTE

PREPARANDO UNA BUENA MUERTE

El objetivo de todo cristiano debe ser prepararse para el encuentro con el Señor al final de sus vidas. Si fracasamos en esta empresa, todo estará perdido para nosotros y no habrá solución posible para nuestra eterna desdicha.

Es por ello, que desde hoy mismo debemos comenzar a prepararnos para que, sea cuando sea el momento de nuestra muerte, no nos coja de improviso y podamos ser dignos de ser admitidos en el Reino de los Cielos.

Les recomendamos a todos la meditación del libro «Preparacion para la muerte» de San Alfonso María de Ligorio, que les dará las claves para dejar la vida de pecado y comenzar a caminar por el camino de la santidad, (DESCARGAR LIBRO), y les exhortamos a meditar y realizar esta declaración de San Carlos Borromeo para obtener una buena muerte, esto es, una muerte en estado de gracia -libres de todo pecado mortal- que nos permita huir del suplicio eterno.

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DECLARACIÓN PARA HACER
EN SALUD Y RENOVARLA EN LA HORA DE LA MUERTE

Siendo innumerables los peligros a que está sujeta la vida humana, y conociendo, yo pecador, que he nacido para morir, y no sé la hora; con el fin de que no me halle la muerte desprevenido, he determinado disponerme con la ayuda de Dios; y así postrado a los pies de mi Señor Jesucristo crucificado por mi amor, declaro a todas las criaturas del cielo y de la tierra, que mi última voluntad es la que aquí explico en la forma siguiente:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Primeramente digo, que como fundamento de mi salvación, protesto en presencia de Dios omnipotente, de la Virgen Santísima Madre suya, y de toda la corte celestial, que mi voluntad es vivir y morir obediente a la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, creyendo firmemente, como creo, todos los artículos de la fe enseñados por los santos Apóstoles, como los propone y explica nuestra Santa Madre la Iglesia. Así, pues, si alguna vez me ocurriere alguna cosa contra ellos, las tengo desde luego por error y por tentación del enemigo. Y si, lo que Dios no permita, dijere o hiciere algo que sea contrario, en virtud de esta cláusula lo revoco y anulo, y es mi voluntad que se tenga por no dicho ni hecho.

Declaro por esta mi última voluntad, que en mi muerte deseo recibir el santo Sacramento de la Penitencia, confesándome enteramente de mis pecados; y si por algún accidente no me pudiere confesar, es mi voluntad confesarme y dolerme de todos ellos, llorarlos amargamente, no tanto por el temor de las penas eternas, cuanto por haber ofendido al Sumo Bien, a quien debo servir y amar sobre todas las cosas, lo cual ahora propongo firmemente con su divina gracia todo el tiempo que me resta de vida.

Es mi voluntad recibir también el Santo Viático; y si por alguna causa no pudiere ser, declaro que mi voluntad es recibirle a lo menos espiritualmente, adorando de corazón a mi Señor Jesucristo Sacramentado, y suplicándole que se digne acompañarme en tan peligroso Viaje, defenderme de los enemigos infernales, y llevarme al puerto seguro de la eterna bienaventuranza.

Declaro asimismo que mi voluntad es pasar de esta vida habiendo recibido el Sacramento de la Extremaunción; y no pudiendo recibirle, ruego a mi Dios y Señor se digne ungirme con el óleo santo de su misericordia, perdonándome los pecados que cometí con los cinco sentidos corporales.

También es mi voluntad acabar la vida esperando de la infinita misericordia de Dios el perdón de todos mis pecados, y la salvación de ni alma, teniendo como tengo por infalible la palabra de mi Señor Jesucristo, que dijo: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores

Confieso que aun las obras buenas las hice siempre con muchas imperfecciones y negligencias, y para que el demonio quede confuso, declaro que no presumo por solas mis obras merecer el cielo, sino principalmente por los infinitos merecimientos y preciosa Sangre de mi Señor Jesucristo, derramada por mi salvación eterna.

Es mi voluntad padecer con paciencia y conformidad, hasta el último aliento de mi vida, en unión de lo que mi divino Salvador padeció por mí, cualquier enfermedad y dolor que Dios me envíe; y si por fragilidad y miseria caigo en alguna impaciencia a queja inmoderada, desde ahora me arrepiento de la culpa y mal ejemplo que de, sea de obra, sea de palabra, rogando A Dios que no me desampare en aquel peligroso y ultimo trance.

Perdono todas las injurias que me hayan hecho los hombres, rogándoles que también ellos me perdonen a mí; y a Dios que de ellas no les tome cuenta, sino que los ayude y asista con su gracia, usando con todos de indulgencias y piedad.

Doy gracias al Señor por todos los beneficios que me ha dispensado, así espirituales como temporales, particularmente por los de la creación, redención y vocación a su santo conocimiento, y también por haberme hasta ahora esperado a penitencia, habiendo merecido que me castigase mil veces con penas eternas. Sea para siempre bendita su bondad y misericordia.

Deseo que de esta mi última voluntad sea ejecutoria la Gloriosísima Virgen María, abogada de pecadores, el glorioso patriarca San José, y mis principales abogados y protectores, San N. y San N., a los cuales ruego que me favorezcan en aquella hora, pidiendo al Señor se digne por su infinita clemencia recibir mi alma en la paz eterna de los Santos.

Constituyo y nombro por defensor de mi alma al Santo Ángel de mi guarda, en el tribunal de Dios, cuando se vea mi causa, y se pronuncie sentencia definitiva, rogándole, que pues nuestro Señor le encomendó mi alma, poniéndola bajo su tutela y amparo en esta vida, la proteja y coloque por sus manos en las moradas eternas de la gloria.

Ruego por las entrañas de Jesucristo a todos mis parientes y amigos, que me ayuden con oraciones y obras satisfactorias, y especialmente con el santo sacrificio de la Misa, como medio entre todos el más eficaz, para que si, por la misericordia de Dios, fuere mi alma destinada a las penas del Purgatorio, se libre pronto de ellas, y vuele a gozar de la vista de Dios; que yo les ofrezco no ser ingrato a tan gran beneficio.

Finalmente, rindiendo humildes gracias al Señor, por haberme hasta ahora conservado la vida, protesto y declaro ser mi ánimo aceptar la muerte en cualquier modo y hora en que me la mande, recibiéndola humildemente en satisfacción de mis pecados, y conformando en esto y en todo mi voluntad á la suya santísima y amabilísima, de la que rendidamente le suplico no permita que me aparte jamás. Amén.

San Carlos Borromeo

EVANGELIO MARTES 8 DE JULIO 2014

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 9,32-38.
En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado.
El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».
Pero los fariseos decían: «El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.»
Palabra del Señor

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Nuestro Señor Jesucristo, tal y como había anunciado el anciano Simeón cuando fue presentado en el templo, es signo de contradicción ante el cual quedan al descubierto todos los corazones.

Durante su tiempo en la tierra, tal y como muestra el evangelio, y aún 2000 años después, no deja a nadie indiferente. Ante Él solo caben dos actitudes: los que le aman más que a sus propias vidas y dejan atrás todo por seguirle, y los que muestran odio cara a su Persona, sus Mandatos  y todo lo Santo- que no tiene que ser un odio patente con oposición directa, sino simplemente negarse a cumplir la Voluntad de Dios.

Como decía San Agustín, que el mundo se divide en dos ciudades eternamente enfrentadas: los que aman a Dios hasta despreciarse a sí mismos construyen la Ciudad Celestial, y los que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios construyen la Ciudad Terrenal.

¿Tú de cual formas parte? ¿Vives como si la tierra fuese tu destino eterno o pasas cada día como desterrado de tu verdadero Reino haciendo todo lo posible por volver a Él?

Cumplamos la Voluntad de Dios en cada momento y no tengamos miedo a ella. Roguemos al Señor para que no nos falten personas dispuestas a entregarse a Él sin reservas.

«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha