LECTURAS Y EVANGELIO LUNES 29 DE DICIEMBRE 2014

 

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Juan 2,3-11. 
Queridos hermanos:
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: «Yo lo conozco», y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él.
El que dice que permanece en él, debe proceder como él.
Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron.
Sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz.
El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas.
El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar.
Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 96(95),1-2a.2b-3.5b-6. 
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.

El Señor hizo el cielo;
en su presencia hay esplendor y majestad,
en su Santuario, poder y hermosura.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2,22-35. 
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Palabra del Señor 

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Todo católico que se precie no puede pretender llevar una doble vida, ni servir a varios amos a la vez. Si realmente amamos a Dios con todas nuestras fuerzas y queremos ser un día dignos del Reino de los Cielos, debemos desterrar las dobleces y la hipocresía para siempre.

¿Amas a Dios? Perfecto, ahora cumple sus mandatos.

Y si te dejas uno por cumplir, arrepiéntete, y vuelve a intentarlo. Esfuérzate, porque en ello te va no solo la vida, sino tu destino eterno.

El que dice: «Yo lo conozco», y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. 

Así que dejemos de engañarnos a nosotros mismos con falsas esperanzas y considerándonos totalmente indignos de las promesas de Cristo, pues así lo somos, comencemos a esforzarnos para que su gracia fructifique en nosotros y no caiga en saco roto.

Seamos como el Anciano Simeón, que se mantuvo fiel al Señor y al final de sus días fue recompensado no ya con la vida eterna sino con la Visión de Dios ya en esta tierra.

Pero no solo debemos arrepentirnos por nuestros pecados, sino hacer penitencia por ellos y desterrarlos para siempre de nosotros.

Que este año nuevo que estamos a punto de comenzar, sea también para nuestra vida un punto y aparte que nos lleve a dejar atrás el pecado y comenzar a caminar por el camino de la santidad.