EVANGELIO MARTES 1 DE OCTUBRE 2013

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 9,51-56.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?».
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.

Palabra del Señor

——————————–

¿Cuántas veces al presenciar a los impíos despreciar al Señor con toda desfachatez e impunidad daríamos lo que fuese porque cayese sobre ellos todo el peso de la Justicia Divina?

Lo mismo les sucedió a Santiago y Juan, fieles discípulos del Señor al verlo despreciado por aquellos a los que venía a salvar.

Y sin embargo el Señor los reprendió y les instó a partir a otro pueblo.

¿Es que acaso no le duelen las injurias de los hombres ingratos? ¿No merecen pagar por su gran crimen?

¡Claro que sí! Pero la una eternidad en el infierno es un castigo demasiado terrible como para asignarlo a la ligera, pero eso no quita que al final de nuestra vida seamos juzgados por Cristo y la sentencia pueda enviarnos allí.

Hemos de tener en cuenta, que la paciencia de Dios en nuestras vidas es nuestra salvación, porque si tras cualquiera de nuestros pecados mortales el Señor nos hubiera pedido cuentas, NADIE podría salvarse. Es por tanto, que Él nos concede esta vida como tiempo de misericordia para que dejemos de traicionar a Dios con nuestros pecados y podamos amarle como realmente se merece.

 “La venganza es mía-dice el Señor” por tanto, no nos corresponde a nosotros juzgar ni castigar, sino dar testimonio de la Verdad para lograr la conversión de muchos y ganar así almas para el Reino. Que la Santísima Virgen nos acompañe en tan importante labor.